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El reloj marcó las 11:45 PM cuando todo afuera de mi ático se desmoronó en caos.

Comenzó silenciosamente, como el habitual murmullo nocturno de Manhattan: bocinas de autos sonando a lo lejos, farolas parpadeando como estrellas moribundas y el leve susurro de la vida más allá de mis ventanas insonor...