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UNO SESENTA Y SEIS

Las luces de la cocina zumbaban sobre nuestras cabezas, proyectando sombras duras sobre el suelo, toda la casa parecía contener la respiración.

—Tiene suerte de que no le haya metido una bala en su maldita cabeza en ese momento— escupió Tina, su acento se espesó hasta que las palabras se retorciero...