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Pocos minutos después, Tina yacía extendida sobre mi vieja cama, pálida e inmóvil, su cuerpo convulsionándose con pequeños espasmos inconscientes, como si intentara luchar contra el dolor incluso en sueños. Su camisa estaba empapada de sangre oscura, ahora marrón en los bordes, pegajosa y rígida con...