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Isabella no se había movido de la parte superior de las escaleras aún. Sus ojos iban de mí al coche, y luego de vuelta. Su boca se movía, no con molestia, no con enojo. Incertidumbre. Ese extraño tic que la gente hace cuando quiere hacer cien preguntas pero no sabe por dónde empezar. Se rascó el cue...