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Mis dedos rozaron el metal frío de la verja con vacilación, mi corazón latiendo tan fuerte que resonaba en mis oídos. Luego, lentamente, empujé la verja. Un largo chirrido se escuchó en el aire tranquilo de la tarde, suficiente para hacerme rechinar los dientes. Hice una mueca, contuve el aliento y ...