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Mentir para llegar a Annie

Gerald

Después de salir de la cabaña, conduje sin rumbo durante horas, tratando de calmar tanto a Kraven como a mí mismo. Escuchar a Annie básicamente decir que me odiaba me había enfurecido tanto que casi le rompí el cuello allí mismo. ¿Cómo se atrevía a hablarme así? ¡Le di a esa pequeña zorra to...