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La rabieta de un jabalí

Madre Annaria me sonrió radiante. —Claro que sí, querida. Está esperando impacientemente al lado de la Diosa para darte la bienvenida a casa. Cuando sea, no importa cuánto tenga que esperar.

—¿Él está enojado conmigo por…? —bajé la cabeza avergonzada—. Ya sabes.

—¿Porque estás teniendo sexo con Ge...