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Cerré la puerta detrás de mí y bajé las escaleras para ver el comedor vacío y limpio. Entré en la cocina donde Valentina estaba limpiando las encimeras. Sonrió en cuanto me vio.

—Así que, serpiente astuta, ¿cómo va todo con Vincenzo?

No pude evitar sonreír.

—Estamos bien. De hecho, ojalá lo hubie...