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—Mia—

Cuando abrí la puerta de la oficina de Dante, Valentina estaba sentada en su regazo besándolo. Me alegró ver que estaban bien de nuevo.

Ella se sonrojó, enterrando su cabeza en el cuello de Dante. —Perdón por no haber tocado—, dije, sonriéndoles juguetonamente. —Tengo una emergencia—. Cerré ...