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—¡Lo sabía! —susurró ella.

—¿Podemos ir al acuario ahora? —se quejó, aburrida. Me levanté, inclinándome y sosteniéndola antes de besar su mejilla. —Aún no. Tenemos que esperar a la señorita bonita. —Ella se rió mientras la llevaba al sofá, encendiendo mi gran televisor.

—¿Es tu novia?

—Novia —la ...