




CAPÍTULO 5
Él sonríe y me abraza de vuelta. ¡Cuánto lo he extrañado!
—¿Cómo estás? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que te vi? Te extrañé mucho; incluso mamá te extraña también —digo soltándolo de nuestro abrazo.
—Estoy bien, y no sé cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que te vi, pero yo también te extrañé —dice William.
Estoy a punto de hablar cuando escucho a alguien aclararse la garganta detrás de mí. Miro hacia arriba y veo a Lorenzo mirándome como si hubiera hecho algo despreciable al decirle "hola" a William. Su mano rodea mi cintura como si fuéramos una pareja; y sonríe a William, pero no es una sonrisa genuina.
—Parece que tú y mi asistente personal se conocen de antes, lo cual no me gusta mucho —dice, sin importarle que William esté justo frente a nosotros. Quito sus manos de mi cintura.
—William y yo somos amigos, fuimos a la misma universidad. No entiendo qué quieres decir con que no te gusta. No es como si ser amiga de él fuera asunto tuyo. ¿Verdad? —digo levantando las cejas, sin importarme que estemos en público discutiendo un tema así o que la persona de la que estamos hablando esté justo frente a nosotros.
—Tu amigo aquí no es una de mis personas favoritas. No puedes ser amiga de él, porque solo puedes ser amiga de quien yo diga que puedes ser amiga —dice con veneno en sus palabras.
¿Quién demonios se cree este tipo para decir que solo puedo ser amiga de las personas que él quiere? Si cree que puede elegir a mis amigos, entonces tiene otra cosa en camino. ¡Qué imbécil!
—Vaya, nunca supe que tenías tanto poder sobre mi vida que puedes decirme con quién puedo ser amiga. No te molestaste en informarme sobre eso cuando me convertí en tu "asistente" —le digo mientras cruzo los brazos. Espero a escuchar qué tontería dirá a continuación, porque lo que acaba de decir me enfureció.
Puede arruinar mi vida en el trabajo, pero no tiene nada que decir sobre con quién soy amiga. Porque le permití hacerme demasiadas cosas en la escuela secundaria no significa que voy a dejar que me lo haga de nuevo. ¡Basta ya! No es que lo haya dicho en voz alta.
—Parece que ustedes dos tienen mucho de qué hablar. Te llamaré, Kat, solo dame tu número —dice William dándome su teléfono.
Tomo su teléfono de sus manos y pongo mi número, aunque Enzo me mira con ojos asesinos. Antes de poder despedirme adecuadamente de William, soy arrastrada como un saco y arrojada a un coche. Él se sube conmigo y le dice al conductor que nos lleve a nuestro hotel.
—Tenemos mucho de qué hablar, jovencita. Estoy muy enfadado ahora mismo. Solo reza para que me sienta mejor cuando lleguemos al hotel, porque si no... lo que planeo hacerte no será bueno, Bella.
El viaje de regreso al hotel fue el trayecto más incómodo que he tenido en mi vida. De vez en cuando siento que me está mirando, pero cada vez que me giro para mirar, lo veo mirando por la ventana.
El coche se detiene, lo que significa que estamos en el hotel. Me pregunto si todavía está enfadado. Antes de poder recoger mi bolso y salir, siento un par de manos que me arrastran fuera del coche. Tomamos el ascensor hasta el piso al que íbamos. No me molesté en comprobar qué número presionó. Salimos del ascensor y en un abrir y cerrar de ojos me encuentro arrastrada a una habitación del hotel, que debe ser donde nos estamos quedando.
—Lo que hiciste hoy no debe repetirse nunca, porque si lo hace, no querrás ver mi lado malo —dice respirando con fuerza como si estuviera deteniéndose de hacer algo de lo que se arrepentirá.
—¡No entiendo por qué estás tan enojado! No es como si tuviéramos alguna relación aparte del trabajo. Soy tu asistente personal, no tu novia. Si quiero a William como amigo, ¡no tienes nada que decir al respecto! Desde cuándo nuestra relación profesional involucra mi vida personal. No tienes nada que decir sobre mi vida personal y cuanto antes lo entiendas, mejor para ti —digo con confianza.
Siento que he ganado esta batalla. Por primera vez desde que conozco a Enzo, estoy defendiendo mis propios intereses. Pero lo siguiente que hace hace que toda mi confianza se desvanezca.
Lo siguiente que sé es que estoy contra la pared con las manos de Enzo sujetándome. Puedo oler su fuerte colonia a mi alrededor y qué hermoso aroma tiene. ¡No puedo creerlo! Estoy contra la pared con un Enzo enfadado mirándome como si fuera a devorarme. Y todo lo que puedo pensar es en su hermoso aroma y en la respuesta de mi cuerpo a su proximidad.
—Quiero que me escuches alto y claro. Desde el día que empezaste a trabajar para mí, tu vida se convirtió en mía para hacer con ella lo que quiera. Si digo que no puedes hablar con William, quiero decir que NO PUEDES HABLAR CON ÉL. ¿He sido claro? —grita, mientras al mismo tiempo me mira profundamente a los ojos como si estuviera buscando algo. Lo que veo en sus ojos es alguien que está guardando algo para sí mismo. Sea lo que sea, lo está consumiendo poco a poco. Incluso olvido que me estaba hablando hasta que lo escucho respirar con fuerza y cerca de mi rostro.
—Sí, has sido claro, pero ¿puedo preguntar por qué? —digo sin saber qué más decir. Porque está claro que si decía que no, su reacción podría ser peor.
—Ya que debes saber por qué, tu supuesto mejor amigo es un hombre muy peligroso. No sabes el tipo de persona y negocio en el que está metido. Confía en mí cuando digo que no quieres saberlo —dice con facilidad, mientras me da un poco de espacio.
Quiero preguntarle en qué tipo de negocio está metido, pero decido no hacerlo por miedo a su reacción. Además, no sé qué decir a lo que me acaba de contar.
Pero entonces algo más que dijo me hizo darme cuenta de que tiene razón. El día que comencé a trabajar para él fue el último día que tuve mi libertad. Antes de darme cuenta, siento lágrimas cayendo por mi rostro. Quito sus manos para irme y que no me vea llorar. Encuentro el baño. Entro y lloro mi dolor porque no hay nada más que pueda hacer que llorar. Lloro lo que parece una eternidad, pero luego me levanto y me digo a mí misma que no vale la pena mis lágrimas. Me acerco al lavabo y me lavo la cara con agua. Me miro en el espejo y me doy cuenta de que me veo fatal. Me limpio para que no sepa que he estado llorando. Salgo de la habitación y lo veo haciendo algo en su portátil como si nada hubiera pasado, y no acaba de decirme que me posee. Qué imbécil.
—Por favor, me gustaría ir a mi habitación y descansar, ¿puedo tener la llave de mi habitación? —digo, sin dejar espacio para más conversación.
—Te quedarás aquí, en la otra habitación. La habitación de la derecha es la tuya. No duermas demasiado, asistiremos a una fiesta esta noche —dice Enzo, pero no digo nada. Entro en la habitación de la derecha para alejarme de su cara molesta, pero hermosa.
Entro y encuentro todas mis cosas ya movidas al armario. Supongo que el conductor trajo nuestras cosas mientras estábamos en la oficina. Me acerco a la cama para dormir antes de tener que salir con ese demonio.