Read with BonusRead with Bonus

CAPÍTULO 2

Estoy en la fila de Starbucks para conseguir café para el mismo diablo. Pido café negro sin azúcar, tal como él lo pidió. Llego al edificio de la empresa a las 8:54 a.m. Camino directamente desde el ascensor hasta mi oficina. Es una belleza profesional, de color marrón liso con paredes beige.

Toco su puerta a las 9:00 a.m. en punto y espero una respuesta. Después de unos segundos, escucho: —Adelante. Entro y lo veo sentado en su escritorio con las manos cruzadas sobre el pecho.

—Buenos días, señor. Su café —digo mientras le entrego el café. Él lo toma y lo pone en esa elegante mesa suya.

—¿Cómo estás, Bella?

—Estoy bien, gracias —respondo, y él no dice nada más. Decido irme. Mientras giro el pomo de la puerta, lo escucho hablar.

—Bella —dice, llamándome de vuelta.

—¿Señor?

—Hay algunos papeles que necesitas firmar como mi asistente personal. Siéntate. Los buscaré para ti.

Me siento mientras él saca un papel. Leo el documento y dice que aceptaré trabajar para Enzo durante cinco años sin poder renunciar, pero él puede despedirme y terminar el contrato en cualquier momento. «Vaya, cinco años es mucho tiempo». No hay manera de que firme esto.

—¿Todos tus asistentes personales tuvieron que firmar un contrato de cinco años?

—No.

—¿Entonces por qué yo tengo que hacerlo?

—He tenido varios asistentes personales que renunciaron al trabajo sin siquiera trabajar un mes, así que quiero asegurarme de que no renuncies. No es que me importe, pero hacer una entrevista es muy estresante.

Mentiría si dijera que estoy sorprendida, conociendo el tipo de persona que es Lorenzo. Será difícil trabajar con él. Recuerdo una vez en la secundaria cuando ambos nos ofrecimos como voluntarios para decorar el gimnasio para el baile de bienvenida. Siempre fue un dolor de cabeza y se negó a hacer cualquier cosa que le pedí, así que terminé haciendo el trabajo sola.

No puedo firmarlo porque eso sería darle permiso al mismo diablo para tratarme como quiera. No hay manera de que pueda firmar este contrato. Entonces, una voz en el fondo de mi mente me recordó a mamá acostada en una cama de hospital con tubos conectados a ella. Decido hacerlo por mamá. Firmo los papeles. Puedo sentir su mirada intensa escrutándome. Lo haré por mamá. Le entrego los documentos y me levanto para irme cuando él habla con esa voz sexy suya.

—¡Vuelve! —dice después de tomar un sorbo de café.

Regreso y me paro frente a él.

—¿Qué crees que estás haciendo trayéndome café frío?

—E-estaba caliente cuando lo tra-traje... —balbuceo.

—¡Cierra la boca! —su voz retumba con fuerza—. No quiero escuchar ninguna excusa tonta de tu parte. ¿Ves esas cajas detrás de ti? Están llenas de archivos. Quiero que los ordenes alfabéticamente y estén listos para las 12:00 p.m. ¿Está claro? —dice con voz áspera.

Abro los ojos de par en par cuando veo el tamaño de la pila de cajas detrás de mí. No hay manera de que termine para el mediodía. Estoy a punto de decírselo cuando él dice:

—Sé que vas a decir que no podrás terminar antes del mediodía, pero la verdad es que no me importa. Quiero que termines y no me importa cómo lo hagas —dice fríamente y se da la vuelta.

Sabía que no había vuelta atrás porque le vendí mi vida al diablo. Tendré que soportar lo que sea que me haga. ¡Qué manera de empezar mi primer día!

Llevo las cajas a mi oficina, que está justo al lado de la suya. Siento ganas de renunciar al ver la cantidad de trabajo que tengo que hacer. Sé que hará de mi vida un infierno. Podría huir o simplemente renunciar. Pero si me voy, podría enfrentarme a una demanda y todavía tengo que pagar las facturas del hospital de mamá. No estoy dispuesta a arriesgarme.

Desempaqueto las cajas y empiezo a ordenar los archivos. Dos minutos antes del mediodía termino, pero mi cuerpo siente que está a punto de morir. Estoy exhausta.

Estoy a punto de salir a almorzar cuando recibo un mensaje de texto de Enzo. Dice que debo presentarme en su oficina de inmediato.

Camino directamente a su oficina, toco la puerta y espero una respuesta. Después de unos segundos, escucho un —Adelante— que no suena nada encantador. Entro y lo veo sentado en su escritorio.

—Recoge los archivos de la mesa de café y envíalos por fax a todos los contactos que están en ella —dice sin siquiera molestarse en levantar la vista de los papeles frente a él.

—Señor, estoy a punto de salir a almorzar. Cuando regrese, lo haré —digo porque no hay manera de que me quite mi hora de almuerzo.

—¡No vas a ir a almorzar! Si no has comido, ese es tu problema —dice.

No sé qué decir a eso, así que me agacho para recoger los archivos. Siento la mirada de alguien siguiendo mis movimientos. Estoy a punto de darme la vuelta y comprobar quién es cuando me doy cuenta de que solo estamos Enzo y yo en la oficina, lo que significa que él está mirando mi trasero. «¡Dios mío!» Me enderezo rápidamente. Me doy la vuelta y lo veo mirando a todas partes menos a mí, actuando como si no estuviera mirando. Siento que mis mejillas se calientan, y sé que estarán rojas como un tomate. Salgo rápidamente de su oficina. Pienso para mí misma, «¿en qué me he metido?»

Previous ChapterNext Chapter