




Capítulo 6
Me despierto con las luces brillando en mi rostro. Camino hacia la ventana y miro la hermosa vista fuera de mi ventana. Hay un golpe en mi puerta y camino hacia ella y la abro. Allí, está una sirvienta con la cabeza inclinada.
—Buenos días, Lady Celeste, el rey ha solicitado que se una a él para el desayuno en el comedor —dijo la mujer. Antes de que pueda responder, se aleja apresuradamente y me encojo de hombros. Cierro la puerta y voy al baño para tomar una ducha rápida, saco un cepillo de dientes nuevo de su estuche y me cepillo los dientes con él. Decido ponerme la ropa que llevaba ya que no hay otra extra.
Caminando por las hermosas paredes del palacio, le pregunto a un guardia el camino al comedor y él me muestra el camino, por lo cual le agradezco. El rey, sentado en la cabecera de la mesa, levanta la vista cuando entro en la habitación con una sonrisa.
—Celeste —dijo mi nombre en un susurro—. Por favor, siéntate y desayuna conmigo.
Asiento y me siento a su lado. Inhalo el aroma de los deliciosos alimentos frente a mí y froto mis manos con alegría.
—¿Tienes hambre, veo? —El rey se rió de mí.
—Eh... Sí —murmuré bajando la cabeza con timidez.
—¡Pues adelante! —lamentó Elijah.
Después de unos minutos comiendo en silencio, Elijah aclara su garganta y me giro para mirarlo. Toma una servilleta y limpia sus labios, luego me mira profundamente... de manera inquietante y dice:
—¿Disfrutaste tu recorrido por el palacio anoche?
Me congelo ante su pregunta y casi me ahogo con mi saliva.
—Sí... sí —respondí.
—Hmmm —murmura, aún mirándome mientras toma un sorbo de su bebida. Su mirada sobre mí se oscurece por un segundo, pero lo noté. Mi corazón late con fuerza en mi pecho y mis manos están temblando. Algo está mal, definitivamente algo está mal con el rey.
—Creo que debería volver a Nueva York —tartamudeo y me maldigo por ello.
—¿Por qué tan temprano? —preguntó mirando el reloj en su brazo.
—Tengo una clase pronto —dije, limpiando mis manos sudorosas en mis jeans.
Él asintió y me hizo una señal para que lo siguiera mientras se levantaba. Hago lo mismo de mala gana y lo sigo en silencio. Llegamos a la misma sala de estudio y él se coloca frente a un espejo y coloca su mano sobre él, recitando las mismas palabras de ayer. Después de que el portal se abre, se vuelve hacia mí y se acerca, bajo la cabeza mirando sus zapatos, incapaz de mirarlo a los ojos y él suspira.
—No necesitas tenerme miedo, Celeste. Nunca te haría daño —dijo, colocando un beso en mi cabeza y luego colocando las llaves de su coche en mi mano. Asiento con la cabeza en agradecimiento, me giro hacia el espejo y salto dentro.
Aterricé en el suelo nevado y miré a mi alrededor, veo que estoy en el mismo bosque al que Elijah me trajo. Miro el árbol gigante detrás de mí y parece normal, como todos los demás árboles aquí.
Veo el Lamborghini azul en el que condujimos anoche, rápidamente me dirijo hacia él y entro. Aparco fuera de mi residencia y me dirijo a mi habitación, inmediatamente entro, me bombardean con preguntas sobre mi paradero por parte de Anna y le digo que estaba con un amigo.
Me salto la clase y decido buscar un trabajo a tiempo parcial, me graduaré de la universidad en cuatro meses y no me quedaré en la residencia para siempre ni dependeré del dinero de mis padres.
Navego por internet un rato, buscando un trabajo y encuentro uno. Están buscando una camarera. Hago clic en él y veo que es uno de los restaurantes cercanos y está a unos diez minutos a pie de aquí. Programé la entrevista para esta tarde porque, ¿por qué no?
Veo algunos videos en YouTube sobre cómo servir en un restaurante por si acaso, luego me preparo para la entrevista. Me pongo mis jeans azules y una camiseta negra combinada con unas zapatillas blancas. Llego al restaurante llamado Molly'Jollies y entro. Toco a una mujer con el pelo rojo y ella se vuelve para mirarme.
—Hola —dije con una sonrisa—. Estoy buscando al gerente... —le dije, dejando la frase en el aire.
—Oh, ¿debes estar aquí para la entrevista? —preguntó y yo asentí en confirmación. Ella señala una puerta y camina hacia ella, luego toca.
—Adelante —dijo una voz detrás de la puerta y la abro para ver a un hombre mayor y regordete sentado detrás de un escritorio desgastado.
—¡Ah! Debes ser Celeste, ¿no? —preguntó limpiándose la boca con la manga.
—Sí —respondo, cerrando la puerta detrás de mí. Él me hace un gesto para que tome asiento.
—Mi nombre es Johnathan, pero puedes llamarme Molly —dice con una sonrisa amigable en sus labios.
—Claro —respondí.
—Bien —dijo aplaudiendo—. ¡Solo voy a hacerte unas pocas preguntas y eso es todo! —exclamó y yo asentí.
—¿Alguna experiencia laboral? —preguntó Molly.
—Eh... No —respondí con voz ronca y luego aclaré mi garganta.
Él me dio una sonrisa amplia y se rió.
—Está bien, tienes el trabajo.
—¿Qué? —exclamé incrédula. Él asintió y me dijo que comenzara a trabajar el lunes.
—¡Gracias! —le dije a Molly poniéndome de pie. Él agitó su mano hacia mí y cuando estaba a punto de cerrar la puerta de su oficina, gritó:
—Que tengas una maravillosa tarde.
Saludé a la pelirroja que atendía a un cliente mientras salía del restaurante.
Miro hacia el cielo oscuro y exhalo, el aire estaba frío y desearía haber traído mi abrigo. Decido salir a correr y acelero mi paso hacia el bosque. Cuando estoy en lo profundo, inhalo y coloco mis manos en el borde de mi camiseta a punto de quitármela cuando dos hombres aparecen. Me alejo de ellos y me doy la vuelta, solo para ver a tres más parados allí.
—¿Quiénes son ustedes? —les grito, apretando mis dedos en un puño. El hombre del medio entre los tres se ríe y los demás lo siguen. Los miro, señalándolos de manera amenazante.
—Miren, si es dinero lo que quieren... No tengo nada —les dije a los cinco hombres, pero sé que no son personas normales. Son renegados, puedo olerlo.
—Oh, cariño —el hombre del medio se burla y chasquea la lengua—. Estoy seguro de que en esa cabecita tuya sabes que queremos más que eso.
Inhalo y trato de correr, pero antes de que pueda hacerlo, los hombres detrás de mí me agarran del brazo y me sujetan con fuerza. Grité pidiendo ayuda en la fría y oscura noche, mi voz resonando entre los árboles. El hombre del medio, que supongo es el líder, se adelanta y me agarra por las mejillas, haciéndolas huecas. Introduce su dedo dolorosamente en mis mejillas, haciéndome gemir de dolor y con lágrimas amenazando con caer de mis ojos.
—Ahora, perra —escupió acercando su rostro al mío y deslizando su dedo de mi mejilla a mi cuello, ahora estrangulándome—. Quiero que le digas al rey que Derrick Wright ha vuelto.
Con eso, soltó mi cuello y los demás también, y caí al suelo con un golpe, jadeando por aire. Miro hacia arriba para ver que los hombres ya no estaban a mi alrededor, era como si hubieran desaparecido en el aire porque no podía olerlos. Rápidamente tomo mi bolso que había caído en la nieve y corro fuera del bosque. Llego a mi residencia y miro a mi alrededor, asegurándome de que no me estuvieran siguiendo antes de entrar a mi habitación vacía.
Saco mi teléfono y marco el número de mi hermano y en el primer timbre él contesta.
—¿Qué pasa, enana...? —¡Tienes que conseguirme el número del rey! —le dije a mi hermano interrumpiéndolo.
—Celeste, ¿qué pasa? —preguntó Simone, su voz poniéndose seria.
—No tengo tiempo, ¡solo ayúdame a conseguirlo! —grité al teléfono, mi voz temblando.
—O-okay —tartamudeó Simone.
Cuelgo y coloco mi teléfono a mi lado, luego me cubro con mi manta. Quince minutos después, llega un mensaje de mi hermano y copio el número que me envió, luego lo marco. Él contesta de inmediato.
—¿Hola?
—Elijah, tienes que venir ahora —dije con voz ronca y quebrada.
—Celeste —dijo mi nombre y luego colgó.
Coloco mi teléfono en mi cama nuevamente y envuelvo mis brazos alrededor de mis piernas, luego apoyo mi cabeza en ellas y me quedo dormida.
Me despierto con el sonido de un golpe en mi puerta y, a regañadientes, camino hacia ella. Abro la puerta para ver el rostro preocupado del rey. Me abraza y sin dudarlo, envuelvo mis brazos alrededor de su cintura.
—¿Qué pasó? —preguntó Elijah soltando mis hombros y tomando mi rostro con su mano cálida.
—Fui atacada por unos hombres... Renegados —susurré mirando por encima de su hombro, pensando que podrían estar acechando.
—¿Sabes cómo se veían? —preguntó el rey, sus ojos oscureciéndose y su mandíbula apretada.
—No —dije sacudiendo la cabeza—. Pero me dijo que te dijera que ha vuelto.
—¿Y cuál es su nombre?
—Derrick... Derrick Wright.