




Capítulo 5
Para cuando llegué a casa, estaba muy cansado y no quería nada más que dormir. Al entrar en la sala, tía Jennifer estaba vestida con su ropa de limpieza. Estaba ocupada con algunas tareas de limpieza y la habitación estaba muy silenciosa.
¿Por qué está la habitación tan silenciosa y por qué está vestida así?
—¿Por qué estás vestida así? —le pregunté. Al escuchar mi voz repentina en la habitación silenciosa, dio un pequeño salto.
Se giró con las manos sobre el pecho y una expresión de sorpresa en su hermoso rostro.
—¡Oh, querido, me diste un susto de muerte! —esas palabras me hicieron recordar a mi mamá. Ella solía decir exactamente lo mismo cuando la sorprendía con mi entrada repentina. Sonreí para mí mismo recordando su expresión y luego, sacudiendo la cabeza de lado a lado, eliminé ese pensamiento de mi mente. Estaba tan perdido en mis pensamientos del pasado que no me di cuenta de que tía Jennifer estaba frente a mí con una expresión preocupada en su rostro.
—¿Te pasa algo en la cabeza, querido? —me preguntó con voz preocupada.
—No —dije frunciendo el ceño.
—Entonces, ¿por qué mueves la cabeza así? —sus palabras me hicieron darme cuenta de que todavía estaba sacudiendo la cabeza. Inmediatamente dejé de moverla.
—Oh, mi cabeza —me agarré la cabeza con ambas manos—. No... no me pasa nada en la cabeza. ¿Por qué estás vestida así? —cambié de tema con una sonrisa tímida.
—Oh, mi ropa, estaba limpiando —me respondió con una sonrisa.
—¿Por qué estás limpiando tú misma? ¿No vino la limpiadora a trabajar hoy? —le pregunté con una mirada inquisitiva.
—No. Ella vino y está limpiando las otras habitaciones —dijo con una dulce sonrisa.
—Pero tenemos tantos sirvientes que pueden limpiar las habitaciones, ¿por qué lo haces tú sola? —le pregunté.
—Tengo algo que sacar del trastero. Es muy importante y necesita estar limpio antes de usarse. Así que no podía decirle a los sirvientes que lo sacaran —me explicó.
—Hmm... ¿necesitas ayuda? —le pregunté.
—No, querido, ve a descansar, yo lo haré sola —dijo con su dulce voz.
—No, no estoy cansado, puedo ayudarte un poco —dije con voz segura.
—Pero, querido... —le agarré la mano sin escucharla. La llevé al trastero porque quería ayudarla, ya que eso me hacía feliz.
Abrí la puerta y entramos. Estaba oscuro adentro. Encendí la luz y tía Jennifer me dijo que buscara una caja azul grande. Había polvo por todas partes.
—Deberíamos decirles a las sirvientas que limpien esta habitación de vez en cuando. Hay mucho polvo —ella estuvo de acuerdo conmigo y comenzamos nuestra misión de búsqueda de la caja azul a través de una capa de polvo.
—Creo que nadie ha estado en esta habitación durante años —yo estaba buscando en el lado izquierdo de la habitación y la tía estaba buscando en el derecho. Cubriéndome la boca, estaba buscando una caja azul y después de veinte minutos dije con felicidad:
—¡Ah, finalmente la encontré! —estaba en la parte superior de la estantería. La saqué con la ayuda de un taburete. Todavía estaba de pie en el taburete con la caja azul en mis manos. Era bastante grande.
Creo que debe haber vajilla cara en ella. Debo sostenerla con un agarre firme.
Me sacó de mis pensamientos un grito repentino de tía Jennifer. Estaba a punto de caerme, pero a tiempo me agarré de la estantería con una mano y con la otra sostuve la caja. Bajé del taburete, puse la caja azul en la mesa cercana y corrí en la dirección de la voz de tía Jennifer.
—¿Qué... qué pasó? —le pregunté con una expresión de sorpresa en mi rostro. Ella se volvió hacia mí y señaló con la mano hacia la estantería.
—¿Qué? —le pregunté. Solo había una estantería allí y volví a mirar en la dirección que señalaba su dedo. Mis ojos se entrecerraron en esa dirección, mis pupilas se dilataron al ver lo que había allí y volví a mirar a la tía.
—Jane... Jane, hay una muñeca embrujada en nuestra casa —dijo con voz temblorosa. La muñeca estaba en muy mal estado. Estaba oscuro allí, lo que hacía que la muñeca se viera más aterradora; estaba pintada de color rojo, le faltaba un ojo, una oreja y las piernas estaban desgarradas.
—Espera, ¿por qué esta muñeca está gorda? —entrecerré los ojos cuando la vi bien—. Tía Jennifer, no es una muñeca, es un oso de peluche —le exclamé.
—Lo que sea, Jane, muñeca u oso, está embrujado. Estoy empezando a sentir vibraciones negativas de él. ¿Quién lo trajo a nuestra casa? —dijo con voz temblorosa.
—Relájate, tía Jennifer, no creo que esté embrujado —lo tomé en mis manos. Alguien debió olvidarlo aquí, ya que esta habitación estuvo cerrada por tanto tiempo. Sostuve ese oso de peluche a la luz para verlo mejor.
—Espera, ¿por qué este oso de peluche me resulta familiar? —lo miré por un momento—. ¡Oh, Dios mío! —mis ojos se abrieron de par en par por la sorpresa.
—¿Qué... qué pasó, Jane? —no le respondí. Todavía estaba en shock.
—Lo sabía. Esta muñeca u oso o lo que sea está embrujado. Tíralo, Jane, mira, empezó a dar vibraciones negativas. Aún no me respondes, Jane. ¿Acaso... acaso esta muñeca te hizo algo? Oh, Dios mío, Jane —la habitación se llenó con su voz de pánico. Al verla entrar en pánico, le dije que el oso de peluche no me había hecho nada y que estaba totalmente bien. Volví a mirar al oso de peluche.
Lo vi por última vez cuando él me lo arrebató de las manos. Protesté, pero aún así me lo quitó. Le dije que era mi regalo, pero no me escuchó.
¿Por qué está este oso de peluche en tan mal estado?
¿Acaso... él fue quien hizo esto al oso de peluche? Mi cuerpo comenzó a temblar y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al darme cuenta de lo que le había hecho al pobre juguete de peluche.
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