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Capítulo cuarenta y dos

—Amelia, ¿por qué estás llorando? —preguntó Louis, su voz ronca por el sueño mientras apoyaba su barbilla en mi hombro.

—Es solo que voy a extrañar este lugar —susurré, inclinándome para presionar mis labios contra los suyos. No importaba si aún no habíamos hablado de las cosas. Si no entendía dónd...