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CAPÍTULO 12: LA PUERTA DEL CIELO

La llevé a mi cama y la acosté suavemente. Rompí el beso y me erguí sobre ella mientras observaba su rostro extremadamente sonrojado, sus labios entreabiertos como cerezas y sus ojos ardientes. Mis manos descansaban a ambos lados de su cara.

—Dime qué necesitas, cariño, para que pueda cumplirlo por...