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—¿Tuyo? —repetí, sintiendo mi estómago revolverse ante la confesión agresiva.

—Solo mío, Evie —murmuró y la calidez de su voz me envolvió. Su rostro estaba sobre el mío, al igual que su cálido cuerpo y, como atraídos por un imán, nuestros labios se unieron en sincronía con urgencia, necesitando el ...