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—Lexi, creo que unos tipos raros nos están siguiendo —le di un golpecito en el brazo a mi amiga con disimulo. Ella puso los ojos en blanco, sorprendida.

—Cálmate, te dije que no era buena idea ir por aquí, pero ahora solo escúchame y presta atención —susurré, mientras seguíamos caminando por la calle que, lamentablemente, habíamos decidido tomar para regresar a la universidad.

Por el tacto podía sentir lo fuerte que se había vuelto la respiración de mi mejor amiga, al igual que la mía. Estábamos agarradas del brazo.

Por alguna razón, nos había parecido buena idea salir solas a una discoteca que acababa de abrir en la ciudad, ya que mi novio se había ido de viaje y no tenía que preocuparme por él. Sin embargo, en ese momento, me preguntaba si había hecho mal.

—¿Estás segura de lo que dices, Evie? ¿Qué hacemos? —murmuró gravemente, inquieta.

—Primero, tienes que calmarte, no pueden darse cuenta de que estamos asustadas o podrían atacarnos —dije, y ella no parecía muy convencida de lo que estaba diciendo—. Tenemos que hacer algo, estamos solas —suspiré pesadamente, viendo que los edificios a nuestro alrededor estaban en su mayoría apagados, al igual que las tiendas que lograba reconocer.

¿Por qué yo, sabiendo los riesgos de salir sola en medio de la noche, cuando la luna está en su punto más alto y la gente en el octavo sueño, sin la posibilidad de tener testigos o un salvador que nos proteja en un momento como ese?

Se suponía que debía estar trabajando como criminalista, se suponía que debía conocerlos a todos; las formas en que las personas morían o desaparecían según todos los casos que había tenido que leer en dos largos años de carrera.

—¿Como qué? ¿Correr? No hay nadie —su voz temblaba y de inmediato noté que estaba empezando a llorar, aunque intentaba calmarse—. Vamos a morir, Evie.

—No, eso no pasará —suspiré estresada—. Traje el equipo que compré en línea para protección personal, pero podríamos salir ilesas si supiera cuántos son.

—¿Cuántos? ¿Son más de dos? —me miró horrorizada.

—Narrador Omnisciente—

La mujer de cabello castaño tenía todos sus sentidos en alerta debido a la peligrosa situación en la que se encontraba, como si su instinto de supervivencia se hubiera activado. Aunque nunca le había pasado algo así antes, se había preparado mentalmente para enfrentarlo, incluso comprando algunas herramientas que podrían ayudarla a escapar de cualquier situación peligrosa.

Lo que no sabía, sin embargo, era que su situación actual, al igual que la de su mejor amiga, estaba fríamente calculada, que su escape era solo un escenario peor.

Evie, en medio de intentar calmar a su amiga y a sí misma, notó a través del reflejo de un coche que uno de ellos estaba peligrosamente cerca y estaba a punto de sorprenderlas. Sin embargo, ella fue más hábil y encendió el táser que tenía en la mano.

En cuanto él decidió atacar, ella se dio la vuelta impulsada por el miedo y hundió la electricidad del dispositivo en el cuello del hombre, al mismo tiempo que gritaba junto a su amiga por la reacción del momento.

Tan pronto como el hombre cayó al suelo, su respiración se entrecortó y sus manos temblaban, mientras su amiga ni siquiera sabía dónde estaba.

No tuvo tiempo de pensar, cuando su amiga la empujó para hacerle darse cuenta de que su tormento no terminaba allí.

Dos hombres más, sorprendidos por la valentía de Evie y enojados al mismo tiempo por el hecho de que él había quedado inconsciente, se movieron para atacarlas.

—¡Lexi, corre! —gritó la castaña y se dieron la vuelta para huir como si las persiguiera el alma de la muerte. Aunque en ese plan, no les parecía diferente; el riesgo inminente que ambas sentían, al conocer tantas formas de morir debido a la información que recopilaban a diario, era un impulso más para rogar ser salvadas.

En una esquina se detuvieron un segundo para recuperar el aliento, pero la pelirroja tuvo que quitarse los zapatos de tacón para correr.

—No puedo más, Evie —dijo, sudando, como si sus pulmones fueran a estallar.

—No, Lexi. Creo que deberíamos separarnos. No dejes de correr hasta que estés a salvo, ¿sí? —le agarró la cara a su amiga para que la mirara—. Obviamente soy más atlética que tú, puedo distraerlos y tú encuentras un lugar seguro.

—¿Qué? ¿Estás loca? Te atraparán, no voy a dejarte sola.

—Si seguimos juntas, nos atraparán a las dos y sería lo mismo que no haber hecho nada. Tienes que ir y llamar a la policía, yo los mantendré ocupados —le dijo rápidamente, antes de cambiar de dirección, atrayendo la atención de los hombres.

—No, Evie —gruñó en un susurro su amiga, quien llena de pánico y miedo no pudo evitar llorar. Sin embargo, estaba rodeada por los hombres que llegaban.

Se tapó la boca tratando de contener los sollozos para que no la oyeran, mientras los veía ir tras su amiga.

Se quedó en el suelo un segundo, antes de agarrar su celular y marcar el número de emergencia. Sin embargo, en el proceso de la llamada avisando su ubicación y lo que estaba sucediendo, no estaba sola.

Podían verla a través de todas las cámaras que había en la zona, ya que calcularon que esta sería el área por la que pasarían, así que Lexi cayó inconsciente después de ser golpeada en el cuello con una pistola, enviando el celular varios metros lejos de ella, incluso con la llamada en curso.

Por otro lado, la castaña seguía corriendo a través del mar de coches que estaban estacionados frente a los edificios residenciales, donde nadie alrededor podía saber que esto estaba sucediendo.

Evie había sido gimnasta desde niña, además sus padres le habían inculcado las artes marciales, por lo que su físico era insuperable y la agilidad con la que corría superaba a la de los hombres que la seguían.

Sin embargo, no esperaba que este secuestro no fuera solo una coincidencia, sino que estaba planeado por la persona en la que más confiaba.

Uno de los tipos la agarró del cabello mientras intentaba escapar, pero ella enterró un pequeño cuchillo escondido en una llave y se subió a los coches sin importarle los problemas, especialmente que sus alarmas alertarían a los residentes y lo que necesitaba era darle a su amiga suficiente tiempo para llamar a la policía.

Lo que nunca pensó que tendría que hacer para sobrevivir estaba sucediendo y no podía creer que la insistencia de sus padres estuviera dando frutos; la agilidad con la que evitaba obstáculos y la rapidez con la que escapaba la sorprendían en un momento tan tenso.

—Jum —gruñó el hombre, viendo las cámaras—. Tu amiguita resultó más ágil de lo que esperabas —preguntó levantando una ceja, hacia Mauro, quien tensaba la mandíbula con molestia—. Pero no te preocupes, eso la hace más valiosa. Pensé que me ibas a decepcionar de nuevo, pero veo que hiciste bien tu trabajo —se levantó de la silla en la que estaba sentado y lo agarró por los hombros desde atrás—. Ofrecerán una recompensa increíble por ella en el mercado, después de que vean estas grabaciones.

El rubio tragó saliva, en cuanto Evie fue sorprendida por más de cinco hombres al girar una esquina, donde planeaba esconderse para descansar.

Se sacudió todo lo que pudo, pero al final no funcionó, fue dejada inconsciente.

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