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Capítulo cuarenta y cuatro

Me senté en una roca cubierta de musgo mientras esperaba la llegada de mi oponente. Podía escuchar los gritos de batalla a lo lejos, más allá del denso follaje, y rezaba para que mi gente estuviera bien. No quería que nadie muriera. Estaba tan cansada de la muerte.

Sinceramente, esperaba que despué...