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Capítulo treinta y cinco

—Muéstrate —ordené, sonando más segura de lo que realmente estaba.

Podía escuchar su respiración agitada, pero permanecían ocultos detrás de la palmera. Fruncí el ceño. ¿Por qué sonaban tan... tentadores? Había algo extrañamente puro en la melodía que hacía su sangre al fluir por sus venas, y yo la...