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Capítulo 357

Me acomodé en el asiento de cuero del coche de Tom, todavía maravillándome de lo fácil que le resultaba navegar por las calles de Sídney. El aire acondicionado estaba a todo volumen, un alivio bienvenido del calor que nos había recibido cuando salimos del hotel.

—Estás muy callada —dijo Tom, miránd...