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Cuarenta y uno

—¡Eva!

Eva apenas tuvo tiempo de prepararse antes de sentir un cuerpo chocar contra el suyo y unos brazos delgados envolverla. Por un momento, la loba quedó cegada por un velo de cabello suave del color del helado de Cornualles, el sol brillando en los hilos sedosos como azúcar hilado.

—Hola, Marí...