Read with BonusRead with Bonus

Treinta y cuatro

El olor metálico de la sangre era tan fuerte que Daniel casi podía saborearlo al entrar en la enfermería. La recepción estéril estaba vacía, salvo por una enfermera en el mostrador y dos guerreros custodiando las puertas. El Alfa no necesitaba pedir direcciones. Había estado aquí varias veces desde ...