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25. Un día libre

Sus besos eran diferentes, era como si me estuviera reclamando. Era rudo pero gentil al mismo tiempo. Gruñía, empujándome contra la pared. Tomaba mis manos y sujetaba mis muñecas por encima de mi cabeza. Gemía su nombre, estremeciéndome bajo sus caricias.

—¿Sigues tomando analgésicos? ¿Puedo follar...