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Capítulo 5: hasta luego Parte II

Capítulo 5: Hasta luego

Bueno, sí lo era, pero sonaba como si lo hubiera dicho con otra cosa en mente...

«Basta Nube, eres tú quien piensa cosas sucias con el profesor, no él».

—Eh... —comencé a murmurar sin saber exactamente qué decir, por primera vez en medio de mi nerviosismo, me había quedado sin palabras.

—Siéntate —dijo Hades, señalando el espacio en el asiento junto a él frente al piano, aquí estaba el dictador otra vez dando órdenes, dudé por un momento.

—No, es que tengo que irme —comenté, realmente necesitaba huir de la intensidad que causaba en todo mi cuerpo estar tan cerca de él porque solo quería lanzarme sobre él, ni siquiera podía recordar cómo respirar correctamente.

«Solo cálmate Nube, es solo tu profesor... tu sexy profesor».

—Será un momento —insistió, creo que era la primera vez que lo veía excusar su petición—, quiero hablar contigo.

Tragué saliva con fuerza y me senté junto a él sin saber exactamente de qué quería hablar conmigo el Dr. Hades, mi corazón latiendo mil veces por segundo, sus largos dedos acariciando las teclas del piano y de repente comenzó a tocar, lo miré expectante, sus ojos dorados siguiendo el camino de sus dedos mientras se deslizaban en la melodía perfecta, parecía tranquilo, serio, pero concentrado en lo que estaba haciendo, el perfil de su rostro era perfecto, su nariz recta, pestañas gruesas, labios llenos, no creo que realmente pudiera verle algún defecto al dios reencarnado del Olimpo.

Hades de repente me miró, posiblemente percibiendo mi mirada fija en él, sus dedos sin dejar de tocar la melodía perfecta de Nuvole Bianche de Ludovico Einaudi, la reconocí porque en ballet clásico, la bailamos más de una vez, ahora extrañamente, me sentía algo más cómoda con él, pero aun así tragué saliva con fuerza al tener su mirada fija en la mía.

—¿Lograste encontrar al ginecólogo? —preguntó, me sorprendió su pregunta, no entendía cómo seguía tocando mientras me veía y hablaba, como si fuera algo sencillo concentrarse en diferentes cosas al mismo tiempo.

Este hombre debe ser un prodigio.

Ni siquiera recordé cerrar la boca cuando él ya no estaba hablando.

—Eh —aclaré mi garganta—, sí.

—¿Cómo va la infección? —preguntó.

¿Eh?

Sentí que toda mi cara se encendía de calor, lo que significaba que estaba completamente sonrojada ante una pregunta tan personal.

—¿Qué infección? —dije, tratando de fingir que no entendía, no podía creer que supiera sobre mi infección vaginal, la que fui a tratarme con el ginecólogo el día que lo conocí.

Qué vergüenza.

—El Dr. Miller es un amigo cercano —continuó—, sé de la infección.

Demonios, ¿no había confidencialidad entre el paciente y el médico? Ya era bastante vergonzoso desnudarme en el consultorio del médico equivocado y luego tener que mostrar mi vagina al médico correcto.

Toda mi cara, cuello y orejas estaban rojos como un tomate.

—Bueno, casi se ha ido por completo con el tratamiento —dije.

Nunca más volveré a un baño público en el resto de mi vida.

Había ido a una tienda en un centro comercial y estaba orinando, me senté sin limpiar el asiento del inodoro, los síntomas comenzaron casi de inmediato: ardor al orinar, ganas de orinar cada minuto, al menos ya casi estaba completamente curada, el ginecólogo me dijo que el tratamiento era por 48 horas, pero hizo efecto de inmediato.

—¿Ese chico Rafael es tu novio? —continuó deliberadamente cambiando de tema.

Lo miré, procesando lo que me estaba preguntando, no podía creer que me hiciera una pregunta tan personal.

¿Qué le importaba?

Bueno, tener sus manos en el teclado sin dejar de tocar la música y su atención en mí me daba una cierta familiaridad, como si realmente fuera una conversación cotidiana, no era de las que hablaban de su vida personal, pero estar con él me hacía sentir un extraño vínculo...

—No —murmuré—, era mi novio, pero me engañó con mi mejor amiga.

No hizo ninguna expresión, pero mantuvo su atención en mí.

—Con Karen —dijo.

¿Cómo lo sabía?

Levanté ambas cejas, me sorprendió cómo había aprendido los nombres de todos en mi clase tan rápido.

—Umm —murmuré.

—Los vi juntos, Karen y Rafael —dijo—, lo adiviné por la forma en que ella te miraba cuando salías de clase y la manera en que te hablaba.

Oh.

Entonces Hades me tenía en su mira.

Demonios, realmente el profesor Hades era la persona más observadora que había conocido en mi vida.

—Me asustas —las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas.

Torció una esquina de su boca en una media sonrisa que parecía algo siniestra. Esa sonrisa se me estaba haciendo familiar.

—¿Asustar, por qué? —preguntó.

Me mordí los labios algo nerviosa y noté cómo sus ojos se posaron en mi boca por medio segundo, la intensidad haciendo que el vapor caliente ahora cubriera todo mi cuerpo y la tensión que sentía empeorara.

Demonios, creo que sería estúpida si no saliera de aquí rápido.

—Tengo que irme —dije.

Hades no se opuso, solo miró sus manos mientras seguía tocando el teclado.

—El horario está en la mesa —mencionó.

—Está bien, ehm —aclaré mi garganta—, adiós, eh, profesor Parker.

Necesitaba alejarme de aquí.

Me levanté tratando de no enredarme con mis propios pies y saqué mi bolígrafo del bolsillo firmando el papel del horario en el escritorio rápidamente para poder salir de la oficina, necesitaba respirar adecuadamente de nuevo y recuperar mi color de piel natural, sentía que mi cara iba a prenderse fuego por el intenso rubor.

Iba a dirigirme a la puerta cuando el teclado dejó de sonar, deteniendo la melodía y el profesor dijo:

—Nube, espera.

Me detuve con la mano en el pomo de la puerta y me giré hacia él, Hades aún de espaldas a mí.

—¿Eh? —murmuré sin entender qué quería.

—Hasta luego —dijo simplemente, sus manos tocaron el piano delicadamente de nuevo.

¿Entonces? Dudaba que nos viéramos más tarde.

Solo presioné mis labios y abrí la puerta saliendo de allí, respirando aire fresco de nuevo y lejos del profesor Hades, estar cerca de él era demasiado intenso y me hacía perder el control, sentía que cerca de él no tenía control sobre mis emociones.

Pero... lo que más me molestaba de él era que me asustaba de la misma manera en que quería lanzarme a sus brazos.

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