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Quédate conmigo

—¡Mierda! ¡Lynn! —gemí, inclinándome para mordisquear su cuello mientras mis embestidas se aceleraban.

Ella gemía tan fuerte que no me sorprendería si un vecino la escuchara desde afuera. Sus piernas se envolvieron alrededor de mi cintura, clavando los talones en mis nalgas mientras sentía su coño ...