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8

—Dimitri—dije levantando la cabeza para mirar su rostro. Pude distinguir sus rasgos faciales debido a todas las luces. Su cara estaba fría como una piedra y miraba fijamente hacia adelante. Yo miraba su rostro, sin darme cuenta mis dedos flotaban sobre su mandíbula perfecta, pero incluso con todo ese alcohol en mí no podía tocar su cara, él es como ese fruto prohibido que no puedo tener aunque quiera.

Con ese pensamiento, suspiré y bajé la mano. Dimitri me miró de reojo pero no comentó nada y continuó caminando con migo aún en sus brazos. La caminata no fue muy larga porque el valet trajo su coche.

—¿Por qué estás aquí?—le pregunté rompiendo el incómodo silencio—. ¿No deberías estar ahí dentro bailando con tu bimbo?—mis palabras estaban mezcladas pero los celos en mi voz eran tan claros como el día o... la noche. No podía ocultar mis sentimientos aunque quisiera porque emborracharme en una noche tan pesada como esta no fue tan buena idea como pensé, pero encontrarme con él así no estaba en mi mente. Siempre he encontrado una forma de llegar a casa en eventos como estos y él nunca se había molestado antes en escoltarme personalmente fuera de la fiesta.

Él suspiró como si ya se arrepintiera de llevarme con él—. Solo estaba tratando de ser cortés—no esperaba que explicara pero fue agradable que lo hiciera.

—Cortés y coquetear son dos cosas diferentes—murmuré cerrando los ojos cuando una luz brillante me cegó, las luces de la casa lujosa eran demasiado para mi yo borracho.

—¿Por qué estás borracha? No te gusta beber—preguntó cambiándome de posición en sus brazos mientras intentaba abrir la puerta del lado del pasajero de su coche. Hablaba como si supiera cosas sobre mí, cosas como beber para ahogar mi corazón, tratando de enterrar el dolor que había estado sintiendo desde el momento en que me di cuenta de que estaba locamente y completamente enamorada de él.

—Tengo miedo—susurré cuando me bajó en el asiento y me puso el cinturón de seguridad. Se detuvo y me miró, su rostro estaba cerca y su aroma era tan seductor que no podía apartar mis ojos de los suyos, tenían ese hechizo loco que me hace perder el equilibrio o en este caso la respiración. Me estaba resultando difícil no inclinarme hacia adelante y simplemente besarlo para cumplir mi deseo antes de que sea demasiado tarde.

—¿De qué?—me preguntó, su aliento olía a menta y whisky, una combinación muy seductora, me estaba provocando, burlándose de algo de lo que he sido privada.

No respondí, no podía. Así que hice lo que había querido hacer durante mucho tiempo. Me incliné hacia adelante y lo besé, un último sabor, él se quedó congelado pero yo moví mis labios contra los suyos, saboreando ese divino sabor del pecado en sus labios.

Coloqué mi mano derecha en su mejilla acercándome imposiblemente más, él no respondió, no es que esperara algo diferente pero dolió más de lo esperado, tal vez necesito detener esta tortura en mí misma, dejar de avergonzarme con cuentos de hadas falsos como el amor verdadero. Me aparté y me reí tristemente—. Vamos a casa, estoy cansada—dije empujándolo y cerré la puerta en su cara.

No se movió por un rato, pero se subió al lado del conductor después de un minuto o dos. Condujimos de regreso a casa en un silencio crujiente, yo seguía mirando por la ventana y me esforzaba por contener las lágrimas.

—No te odio—dijo mirándome de reojo mientras conducía. Vi su reflejo en la ventana pero no lo miré, dolía, me causaba un dolor físico mientras seguíamos hablando.

Me reí con amargura—. Sí, no me odias, solo que no me amas—dije secando bruscamente mis traicioneras lágrimas caídas. Él me miraba fijamente pero yo no giré la cabeza, su mirada perforaba el costado de mi cara pero aún así no me volví.

—¿Y tú sí?—había un tono en su voz que me hizo mirarlo, me estaba mirando intensamente esperando mi respuesta. Estaba a punto de responder cuando miré por la ventana de su lado y mis ojos se abrieron de par en par, se estaba acercando demasiado rápido.

—¡Cuidado!—pero ya era demasiado tarde, el camión ya había chocado contra el costado de nuestro coche, enviándonos volando. El coche dio vueltas y el vidrio de mi ventana se rompió en mi cara, no podía mantener los ojos abiertos. Luché por mirar a Dimitri y grité al ver su rostro, la sangre se filtraba de su cabeza y estaba inconsciente, su único soporte era el cinturón de seguridad pero se le clavaba en el estómago. Tiré de mi cinturón de seguridad pero estaba atascado, lo intenté con más fuerza y se soltó. Me arrastré por la ventana rota y con mucha dificultad, me arrastré hacia su lado, sollozando mientras el vidrio roto se clavaba en mi piel.

Con lágrimas corriendo por mi cara, lentamente desabroché su cinturón de seguridad y él cayó casi golpeándose la cabeza con el volante. Tiré de sus brazos tratando de sacarlo del coche pero algo golpeó la parte trasera de mi cabeza con mucha fuerza. Dolorosamente, antes de perder el conocimiento, me volví para enfrentar a mi atacante y maldije.

Peter sostenía una pistola en su mano derecha y sonreía de manera espeluznante antes de apuntar la pistola a mi cara y apretar el gatillo.

—¿Y tú sí?—me preguntó Dimitri de manera desafiante, mirando la carretera adelante y sin mirarme. Me reí de buen humor.

—Por sup...—intenté responder pero las palabras parecían atascarse en mi boca, seguía intentando decir esas palabras pero no salía nada.

—¿Por qué no me respondes?—preguntó enojado apretando la mandíbula y no solo hablando, sino que también me estaba resultando difícil respirar. Me agarré la garganta tratando de hablar pero la presión era demasiada—. ¿Por qué?—giró la cabeza en mi dirección y grité sin palabras.

La sangre se filtraba de su cabeza y bajaba por su hermoso rostro, su cara se estaba volviendo pálida, sus mejillas hundidas, luego sus ojos se volvieron sin vida—. ¿Me amas ahora?—preguntó con una voz muy hueca y aterradora que no le pertenecía.

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