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Capítulo setenta y cuatro

Xyla chasqueó la lengua con desaprobación mientras recortaba suavemente la tela del vestido de la niña.

—Pobre, pobre querida —susurró tristemente. Sus ojos ardían de ira mientras observaba el daño que se había hecho antes.

—Está bien, señorita. De todos modos, ya no siento mucho —la niña había sido...