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39 ¡Corre!

—¡Detente, no corras! —rugió el hombre y me disparó en la espalda. La bala rozó mi oreja y se incrustó en la corteza de un árbol frente a mí. El olor a pólvora emanaba del agujero por donde había sido disparada.

Corrí tan rápido como pude hacia los helechos densos, y la oscuridad envolvió mi cuerpo...