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Hacia el abismo de la cordura y el goce

—¡Fóllame! —gimió, maldiciendo—. Ahora, acércate. Mon chéri. Puso sus bebidas en la mesa y apoyó la cabeza en el reposabrazos del sofá, recostando su cuerpo en él con una pierna sobre el asiento mientras la otra seguía en el suelo.

—Siéntate en mi cara, quiero probar esa dulce concha —ordenó.

Una ...