




SEIS
Lyra se sentía agotada al entrar en su pequeño apartamento. El día había sido largo y cansado, y lo último que quería hacer era pensar en el trabajo. Pero al hundirse en su sofá, no pudo evitar reflexionar sobre los eventos del día.
El apartamento de Lyra era un espacio pequeño y modesto que tenía justo el espacio suficiente para acomodar todas sus pertenencias. Las paredes estaban pintadas de un calmante tono azul cielo, y los suelos eran de simple madera. La habitación estaba iluminada por una única ventana que dejaba entrar una luz suave y cálida durante el día.
A la izquierda de la entrada estaba su pequeña área de cocina. Estaba equipada con un pequeño refrigerador, una estufa y un microondas. El mostrador de la cocina estaba desordenado con algunos platos sobrantes del desayuno y unas cuantas tazas de su café matutino.
En el centro de la habitación había una acogedora área de estar. Un sencillo pero cómodo sofá gris estaba colocado contra la pared. Delante de él había una pequeña mesa de centro, que estaba llena de algunos papeles y libros del trabajo. En la pared opuesta, colgaba una televisión de pantalla plana, que Lyra solía ver en su tiempo libre.
Cerca de la televisión había una estantería de madera, que contenía una pequeña colección de los libros favoritos de Lyra. También estaba adornada con algunas plantas en macetas, añadiendo un toque de verdor muy necesario al espacio.
A la derecha del apartamento estaba su dormitorio. Era una habitación pequeña, pero tenía todo lo que necesitaba. Una cama sencilla con un edredón blanco estaba colocada en el centro de la habitación. Al lado de la cama había una pequeña mesita de noche con una lámpara, y unos cuantos libros apilados junto a ella. Su armario, aunque no muy espacioso, tenía toda su ropa colgada ordenadamente en perchas.
El baño estaba ubicado al final del pasillo que conducía al dormitorio. Era pequeño pero ordenado, con un lavabo y un inodoro blancos, y una ducha de pie en la esquina. Unas cuantas toallas colgaban en la pared junto a la ducha, y una pequeña cesta en el suelo contenía sus artículos de tocador.
Su nuevo trabajo había sido abrumador, por decir lo menos. Lyra había estado emocionada al principio, ansiosa por comenzar un nuevo capítulo en su vida, pero la realidad de trabajar para Kian, Ace y Jared la había golpeado con fuerza. No podía olvidar la forma en que la habían tratado en la escuela secundaria, cómo habían hecho su vida miserable.
Lyra sabía que tenía que ser profesional en el trabajo, pero cada vez que los veía, su sangre hervía de ira y resentimiento. No podía creer su mala suerte, tener que trabajar para los mismos hombres que se habían aprovechado de ella y la habían convertido en su sirvienta personal.
Mientras estaba sentada allí, perdida en sus pensamientos, la mente de Lyra se desvió a sus días de escuela secundaria. La forma en que la habían burlado y acosado, sus crueles risas resonando en sus oídos. Todavía podía sentir sus manos en su cuerpo, sus toques bruscos que la dejaban sintiéndose usada y sucia.
Pero algo era diferente ahora. Lyra había crecido, y ellos también. Ya no eran los mismos chicos que la habían atormentado en el pasado. Ahora eran hombres de negocios exitosos, dirigiendo una revista popular, y eran miembros respetados de la comunidad de hombres lobo.
Esto la enfurecía aún más.
Lyra estaba demasiado cansada para cambiarse de ropa, así que simplemente se desplomó en su cama, boca abajo, todavía con su blusa y falda. Ni siquiera tenía la energía para quitarse los zapatos. Se quedó dormida casi al instante.
De repente, su teléfono emitió un pitido, sacándola de golpe de la realidad. Alcanzó el dispositivo con torpeza, sus ojos nublados luchando por enfocarse en la pantalla. El mensaje decía:
—Hola. Soy Kian.
Lyra soltó un gemido y dejó caer el teléfono de nuevo en la cama. No quería lidiar con Kian ni con ninguno de los hermanos en ese momento. Solo quería dormir.
Lyra se despertó de su siesta sintiéndose aún más cansada y molesta que antes. El pitido de su teléfono había interrumpido su descanso tan necesario, y se molestó al ver el nombre del remitente. Kian. ¿Por qué no podían dejarla en paz? Había pasado todo el día tratando de evitarlos, pero parecía que aún estaban decididos a molestarla incluso después del horario laboral.
Lyra se sentó en la cama, frotándose los ojos y soltando un profundo suspiro. Había esperado que dejar Chicago y comenzar una nueva vida significara dejar el pasado atrás, pero ahí estaba, con sus torturadores como sus jefes. Era demasiado para manejar.
El mensaje de Kian seguía ahí en su teléfono, burlándose de ella. Sabía que no debía responder, pero no podía evitar la rabia que se acumulaba dentro de ella. ¿Por qué pensaban que podían volver a su vida como si nada hubiera pasado? Todavía podía recordar el dolor y la humillación que le habían causado.
Lyra tomó su teléfono, sus dedos flotando sobre el teclado. Quería decirle que la dejara en paz, decirle cuánto lo odiaba a él y a sus hermanos por lo que le habían hecho. Pero no podía hacerlo. ¿Y si se vengaban? ¿Y si hacían su vida aún peor de lo que ya era?
Dejó caer el teléfono de nuevo en la cama, con lágrimas de frustración acumulándose en sus ojos. ¿Por qué tenía que estar atrapada en esta situación? ¿Por qué no podía simplemente olvidarse de ellos y seguir con su vida?
Mientras tanto, Jared era el único de los tres que no le había enviado un mensaje. Lyra no podía evitar preguntarse por qué. ¿Estaba tratando de darle espacio? ¿O era tan malo como sus hermanos, contento de verla sufrir en silencio?
Lyra no podía entenderlo todo. Estaba agotada por el día, y la repentina oleada de emociones la había dejado sintiéndose drenada. Se recostó de nuevo en la cama, tirando de las cobijas sobre su cabeza, y trató de sacar de su mente a los tres hombres lobo. Mañana sería un nuevo día, y no podía dejar que ellos se lo arruinaran.