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Capítulo setenta y cuatro

Él mordisqueó su lóbulo de la oreja, mordiendo suavemente la carne antes de succionarla. Se le erizó la piel por todas partes. Sus pezones se endurecieron. Lo deseaba, todo él, en ese mismo instante. El dormitorio estaba demasiado lejos.

Incluso mientras pensaba en ello, ella alcanzó su cinturón y ...