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Capítulo sesenta y seis

Él le susurró palabras urgentes al oído.

—Cariño, no me ocultes nada, soy codicioso. Quiero todo lo que estés dispuesta a darme.

—Yo... —empezó de nuevo—. ¿Melocotón? No lo sé. Nunca lo había pensado.

—¿Están muy sensibles ahora?

Ella tragó saliva.

—Sí.

—Entonces dime qué se siente bien.

—Por...