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Capítulo treinta y nueve

Kimberly dejó caer la segunda bota al suelo y deseó que el hombre sentado allí en la oscuridad a su lado pudiera ser un poco más abierto de mente y que pudieran llevarse bien por una vez después de esto. Se dio cuenta de que, por muy molesto que pudiera ser, era un buen hombre. Pero no podía engañar...