




VI
VI
La risa siempre ha sido algo feliz, asociado con la alegrÃa y la felicidad. Significaba que algo bueno habÃa sucedido, o algo gracioso. Algunos sonidos de risa eran contagiosos, y otros eran aterradores.
Las risas de mi hermano y mi mejor amigo se podÃan escuchar a kilómetros de distancia. Normalmente me reÃa con ellos, pero en las ocasiones en que yo era el blanco de la broma, que es casi todo el tiempo, no encontraba su risa contagiosa en absoluto.
—Dime una vez más, ¿quién pensó que era? —preguntó Jonathan mientras golpeaba su palma contra la mesa de madera.
Resoplé y miré en la dirección opuesta. Los dos eran idiotas, y nada podÃa cambiar eso.
—Pensó que estaba soñando despierto con tu esposa —dijo Cam mientras se doblaba de la risa.
—No es tan gracioso —murmuré entre dientes mientras tomaba un sorbo de mi cerveza de raÃz.
Jonathan levantó la cara, las partes no cubiertas por vello facial estaban rojas; de alguna manera casi se habÃa ahogado de risa por algo que ni siquiera era tan gracioso. Me señaló mientras seguÃa felizmente ahogándose de risa.
—¿Qué quieres decir con que no es gracioso? —preguntó cuando su risa habÃa disminuido.
—¿Sabes qué? Sigan riendo —les dije con leve molestia antes de levantarme. Necesitaba unas cuantas latas más de cerveza si iba a sentarme allà y escucharlos reÃr.
—Espera, espera, espera... escúchame —me llamó Jonathan.
No me detuve, conociéndolo, no era para disculparse, y aún necesitaba esa cerveza. En cambio, me siguió.
—Mira esto, durante al menos seis años, he estado fuera. Y escuché que nunca saliste con nadie, y la chica que recogiste en el club dejó de besarte a mitad de camino, después de darte un nombre falso. ¿La mejor parte? No puedes olvidarla —estalló en otra ronda de risa desquiciada.
Me detuve junto al refrigerador en el patio, estaba lleno, justo como a mamá le gustaba. Agarré dos latas y le pasé una. La tomó de mÃ, sin dejar de reÃr. Agarré dos más, una para Cam, dos para mà si iba a soportar otra conversación con ellos.
Mientras caminábamos de regreso, desabotoné mi traje y lo colgué sobre el respaldo de mi asiento.
—Entonces, ¿te casaste y de repente piensas que eres mejor que nosotros, los solteros? —le pregunté.
Para entonces, su risa se habÃa reducido a ataques de risitas.
—Tú nos enseñaste la regla de no tener novia —comentó Cam, finalmente de mi lado.
Me sonrió de reojo, miré hacia otro lado, traidor.
—Y me alegra que hayan seguido las reglas, pero ahora, creo que estoy empezando a arrepentirme. Él se aferra a lo que se supone que es una aventura de una noche, quiero decir, ¿quién hace eso? Las aventuras de una noche son aventuras de una noche por una razón. Solo una noche.
Sentà que tenÃa que defenderme.
—¿Es una aventura de una noche si ni siquiera dormimos juntos?
—Es algo que yo llamo, aventuras de una noche fallidas... nunca debió ser... ella incluso te dio un nombre falso...
Eso dolió, porque yo sà le di mi nombre real, completo con mi apellido.
—En una escala de uno a infinita belleza, ¿qué tan increÃble es esta chica? —insistió Jonathan.
Me detuve un minuto mientras todo lo que sentà con ella me golpeaba de nuevo.
La forma en que sus muslos se sentÃan contra mi piel. El calor subió a mi rostro en el momento en que recordé la sensación de sus pechos.
—Muy increÃble —susurré con voz ronca.
—Vaya —susurró Jonathan con los ojos bien abiertos.
—Te atrapó bien —silbó Cam.
—Esto no puede ser, necesitamos sacarla de tu cabeza.
—¿Qué quieres decir? —pregunté aunque sabÃa de qué hablaba Jonathan.
—Obviamente no quiere ser encontrada, asà que averigüemos cómo reemplazarla.
Cam aplaudió en aprobación, pronto se levantó de su asiento.
—¡Entiendo lo que quieres decir! —Sonaba tan emocionado como hace seis años cada vez que Jonathan proponÃa una idea inútil y peligrosa.
Desabotonó su chaqueta y la lanzó contra la pared. ParecÃa un adolescente una vez más.
—Cameron, Jonathan, nunca me han gustado sus planes, y no voy a empezar a gustarles ahora. No participaré en lo que sea que estén tramando. Nunca jamás —les dije con tono de finalización. Bebà un sorbo de la cerveza, dando por terminada la discusión.
Cuando el motor del coche de Jonathan rugió, me hundà más en los asientos de cuero. No sé cómo siempre termina asÃ, cada vez que planean tomar decisiones peligrosas y yo digo que no, mi opinión nunca importa.
Se detuvo frente a El Club y se volvió hacia mÃ, ambos me miraban en realidad. Cam iba de copiloto.
Cerré los ojos.
—No es viernes por la noche, no deberÃa estar aquÃ.
—Deja de ser un aguafiestas.
—Cam, pensé que ibas a reunirte con unos socios hoy —pregunté, ya que no se habÃa separado de mi lado en todo el dÃa.
—SÃ, se reprogramó —dijo con desdén, agitando la mano.
Suspiré profundamente.
—Entonces, ¿tu plan para reemplazarla es?
—Hacer que te acuestes con alguien —corearon emocionados.
Lo medité por un momento, antes de encogerme de hombros. ¿Qué demonios?
—Hagámoslo.
Al entrar en el club, decidà que la pista de baile era donde querÃa estar hoy.
Tan pronto como agarré mi bebida, mis ojos encontraron a alguien moviendo sus caderas al ritmo de la música, era hipnotizante. Su cabello estaba por todas partes, era fascinante de ver. Sus amigas bailaban con ella, pero ninguna era tan buena como ella. Una de ellas le susurró algo, y ella se rió. Eso hizo que una sonrisa apareciera en mi rostro.
A mi mejor amigo y a mi hermano, les susurré:
—Creo que la encontré.