




YO
I
Pasando mi mano por mi cabello, mis ojos se cerraron por sà solos mientras imaginaba que eran sus pequeñas manos las que lo recorrÃan, tirándolo hacia atrás en el ángulo justo que permitÃa que sus labios tocaran mi cuello desnudo. Casi podÃa sentirlo como aquella noche, estaba justo ahà pero tan lejos. Suspiré con frustración porque, aunque se sentÃa bien, en realidad, eso podrÃa ser mi fantasÃa para siempre. Abrà los ojos. Estaba en mi patio trasero, calentando para mi trote matutino. No habÃa trotado en un tiempo, aunque siempre me mantenÃa saludable. Desafortunadamente, este trote no tenÃa nada que ver con mi salud. Corrijo, sà tiene que ver con mi salud mental.
Estaba empezando a perder la cabeza pensando en ella, la que ha estado atormentando mis sueños. La que no he podido encontrar desde aquella noche. Ahora estaba en todas partes, a veces sé que percibo su aroma, desafortunadamente, eso aún podrÃa ser mi fantasÃa.
Resoplando, doy un pequeño salto, tratando de hacer que la sangre fluya a otras partes de mi cuerpo, no necesitaba una tercera pierna para nada en este momento. Incluso el pensamiento de ella me emocionaba demasiado. Por eso necesitaba este trote.
Estirando mis brazos sobre mi cabeza, vi a mi jardinero en el cobertizo. Aún estaba demasiado oscuro para ver su rostro, asà que estaba convencido de que él tampoco me veÃa.
En un movimiento rápido, comencé la ruta familiar. Compré toda esta finca porque querÃa vivir lejos de la gente. Asà que no tenÃa vecinos, aun asÃ, me mantenÃa en el camino más oculto a la vista, estaba entre mi garaje y un edificio que no habÃa pensado en usar.
Mientras trotaba, mi mente se aclaraba, algo que me gustaba del trote. Recordé que tenÃa que visitar a mamá o de lo contrario ella vendrÃa aquÃ, y odiaba cuando lo hacÃa, traÃa mucha atención no deseada. Ella era muy extravagante, siendo la esposa del exentrenador del equipo de baloncesto más grande; Los Perros Salvajes, los medios aún la seguÃan, y ella se deleitaba en su gloria. Si yo fuera su hijo biológico y no adoptado, estoy seguro de que también me habrÃa encantado el protagonismo, desafortunadamente mamá y yo somos dos personas muy diferentes.
Lo que me hace creer que los milagros sà ocurren. Ya habÃa pasado la edad que muchos preferirÃan para la adopción.
En un dÃa gris, estaba nevando, dos autos grandes llegaron, entonces no sabÃa mucho sobre autos, solo sabÃa que eran grandes y brillantes. Vi al único niño familiar bajar del blanco, con su mano en la de su padre, el hombre y la mujer del otro auto bajaron del negro, miraron el edificio en silencio y entraron. Eso fue todo lo que pude ver desde la ventana del edificio superior.
Pero lo siguiente que supe, fue que me estaban adoptando. Todo gracias al niño que conocà en el parque. Cameron. Me sonrió con tanta felicidad, mostrando su diente frontal que habÃa perdido en una pelea que peleó para protegerme, y yo tenÃa miedo de que no volviera a crecer.
—Lo siento, no pude hacerte mi hermano, hice lo mejor que pude. Pero mamá dijo que solo querÃa un hijo. Asà que le pedà al señor Russell que te adoptara en su lugar. No te preocupes, el señor Russell es muy amable, su esposa también es amable y hace las mejores galletas—. Su voz era alegre mientras me explicaba por qué no podÃa cumplir su promesa de ser mi nuevo hermano.
Entonces no sabÃa cómo sentirme, en el orfanato para niños, no tenÃa que interactuar con nadie. Solo comÃa, tocaba el piano, iba al parque con el grupo de niños, porque tenÃa que hacerlo. ConocÃa la rutina allÃ, pero ¿ser adoptado? ¿Tener otro par de padres? Era aterrador. Aunque no le dije esto a Cameron, él estaba demasiado emocionado, no podÃa arruinarle el ánimo.
—Hola cariño, ¿cómo te llamas? —Una mujer con una hermosa dentadura se agachó junto a Cameron mientras me preguntaba.
No respondÃ.
Cameron sonrió,
—Es un niño muy tÃmido, tÃa, se llama Kennedy, pero yo le llamo Kenny—. Su sonrisa era tan brillante que era contagiosa.
La señora Russell sonrió ampliamente,
—Bueno, Kennedy, mi nombre es Catherine, soy tu nueva mamá.
La miré a la cara, tenÃa unos ojos azules hermosos y amables, que me recordaban a alguien con la misma bondad en sus ojos. Asà que envolvà mis pequeños brazos alrededor de su cuello. Sentà que se quedó inmóvil por la sorpresa, luego me abrazó de vuelta en un segundo.
Condujimos a casa en silencio, yo en la parte trasera con Catherine y Cameron. Él insistió en acompañarme, mientras Samuel conducÃa. Me senté en el coche, con pensamientos corriendo por mi mente. Pero no podÃa decir ninguno de esos pensamientos en voz alta.
El coche se detuvo frente a una enorme mansión. Mis ojos se abrieron de par en par al ver el tamaño de la casa.
—Bienvenido a tu nuevo hogar, Kennedy —susurró Catherine con calma.
—Ah, y antes de que se me olvide, tienes un hermano mayor, Jonathan.
Giré la cabeza para mirar a Cameron, ¿no podÃa haberme dicho esto antes?
Él se rió nerviosamente.
—No te preocupes, Jonathan es un muy buen chico, estarás bien —fue lo primero que Samuel me dijo.
Y estaba completamente equivocado.
Terminé mi trote y comencé a regresar a casa, mi mente estaba en el lugar correcto ahora. Mientras trotaba de regreso, saludé al jardinero, simplemente porque nuestras miradas se cruzaron. Sus ojos se abrieron de par en par por la sorpresa.
Nunca me habÃa visto antes, ninguno de los trabajadores lo habÃa hecho. Hice que mamá los contratara. Odiaba ser visto por la gente, especialmente cuando pensaban que era alguien a quien tenÃan que complacer.
Ni siquiera hice la aparición pública que mamá y papá querÃan que hiciera cuando me adoptaron. QuerÃan que apareciera ante el público como su hijo. Me negué, asà que el público solo conoce a un hijo, y eso era perfecto para mÃ. Ni siquiera tenÃa reuniones con mi personal. Solo mi asistente personal me conocÃa en todo el edificio.
En cuanto a olvidar a ella, el trote fue tan inútil como la meditación que hice ayer para olvidarla.
Me metà en la ducha, imágenes de ella pasaban por mi cabeza. Gemà de frustración. Maldije mi memoria, recuerdo cómo se sentÃa contra mi palma, su reacción a cada movimiento de mi dedo, su rostro y cómo olÃa. Mi memoria tenÃa todo esto, desafortunadamente, mi memoria no podÃa ayudarme a encontrarla, al igual que aquella noche, ella se habÃa ido. Clarissa Jones. Ese fue el nombre que me dio... no quedaba ninguna Clarissa Jones en la ciudad que no hubiera revisado. ¿La chica misteriosa me mintió?
Mi teléfono sonó, sobresaltándome, revisé la identificación de la llamada, era Cam.
—¿Qué? —No estaba listo para su naturaleza hiperactiva hoy.
—Aww, ¿asà saludas a tu mejor amigo?
Suspiré,
—Son como las 8 de la mañana, no he tomado café, ¿qué quieres, Cam?
—Y yo pensando que me extrañabas.
Rodé los ojos,
—Voy a colgar. Eres demasiado alegre para mÃ.
—Está bien, hay un problema en la oficina.