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Oso de peluche

EN LA prisión de Altiplano, en México, Henri yacía en el sucio suelo de la celda de aislamiento y apenas podía abrir su ojo izquierdo. Sus labios estaban agrietados, hinchados, ensangrentados y heridos, y todo su cuerpo le dolía. Sin embargo, había una expresión de satisfacción en su rostro. Lentame...