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Capítulo ochenta y cinco: Hacia lo desconocido

Jake

—Dime qué es lo que más deseas —sus labios aún estaban hinchados por nuestro último beso.

—Oye, yo soy el diablo en esta situación. No tú —me reí. Dejé que sus piernas colgaran al lado de la cama y la ayudé a sentarse para poder quitarle el suéter. Efectivamente, su sujetador azul era aún mej...