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Sus ojos están abiertos ahora. Sus pupilas siguen siendo del tamaño de monedas, pero sus músculos ya no están laxos.

Estamos desnudos, resbaladizos y pegajosos. A pesar del grosor de mi nudo, que hincha el plano sobre su vagina, el semen se escapa, goteando por sus muslos.

—¿Estás bien? —pregunta y ...