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22: El juego de la sucesión

Una vez que el cáliz llegó a mis labios, los fríos dedos de Sebastian dejaron los míos, para mi alivio, y comencé a sorber el líquido lentamente, permitiendo que se deslizara por mi garganta. Luego dejé el cáliz sobre la mesa y pronto me di cuenta de que, en lugar de entablar una conversación, todos...