Read with BonusRead with Bonus

CAPÍTULO 4

Al ver a mi padre mirándome fijamente, estaba visiblemente nervioso. No estaba seguro de qué había hecho mal esta vez, pero sabía que estaba a punto de averiguarlo.

Papá me agarró muy fuerte del hombro y me llevó a la cocina, donde me obligó a sentarme en una silla mientras él se quedaba de pie a mi lado.

—¿Por qué demonios acabo de recibir una llamada de tu director? Dijo que no te presentaste a tus clases de la tarde —gritó. Debería haber sabido que ese lamebotas me delataría a papá de inmediato. Probablemente tenía un acuerdo con papá para llamarlo cada vez que hiciera algo que no les gustara.

—No podía quedarme allí —dije suavemente.

—¿Por qué demonios no? Es la escuela. No tienes opción. Te quedas allí y lo soportas. No es una elección —gritó, directamente en mi oído, haciendo que mi tímpano comenzara a doler.

—Me estaban humillando otra vez. Tenía que salir de allí —traté de explicar. Pero papá se paró frente a mí y me miró desde arriba.

Me golpeó directamente en la cara y la silla cayó hacia atrás conmigo en ella, así que se paró sobre mí y me levantó del suelo por la ropa.

—¿En serio? ¿Te estaban humillando? Pues acostúmbrate. Así es la vida —gritó, golpeándome en el estómago, lo que me hizo luchar por respirar.

Intenté pedirle que se detuviera, pero no salían palabras. Estaba teniendo problemas para respirar y él me sostuvo de manera que quedé frente a él y retrocedió su mano para darme una bofetada en la cara.

Podía sentir la sangre saliendo de mi nariz, pero eso no lo detuvo. Me golpeó un par de veces más en el estómago antes de arrastrarme fuera de la cocina y por el pasillo.

Abrió un armario y me arrojó dentro, cerrando la puerta detrás de mí y echando el cerrojo.

—Quédate ahí y muérete de hambre por lo que me importa, pedazo de inútil —gritó.

Escuché sus pasos alejándose del armario.

Este armario era tan pequeño que ni siquiera podía sentarme en él.

Sabía que no podía vivir así por mucho más tiempo. Y dado que papá tiene esos arreglos con sus amigos, sabía que no iba a poder salir de aquí.

Solo había una manera de escapar de este infierno. Ojalá no fuera así. Ojalá hubiera otra manera. Pero no puedo seguir viviendo así. Estoy tan asustado ahora mismo, pero no por lo que sé que tengo que hacer. Tengo miedo de quedarme aquí y dejar que estas personas sigan usándome de la manera en que lo hacen.

Tengo miedo de ir a la escuela mañana y que Madison y esos imbéciles me traten de la misma manera. Nunca van a parar.

No saben cómo parar. Disfrutan demasiado haciéndome daño.

Y luego está Jax. Él estuvo allí hoy. Me habló. Pero no le importó. Simplemente se fue con sus otros amigos. Ni siquiera intentó ver en cuántos problemas estaba.

Solo vio lo que pasó en la cafetería. No sabe el resto. Ojalá ahí terminara mi infierno. Pero no tengo tanta suerte.

Sabía que si alguien iba a ponerle fin, sería yo. Tenía que ser yo. Era el único poder o control que tenía sobre mi propia vida. Y eso era quitarme la vida.

Pasé toda la noche en ese armario, tratando de ser lo más silencioso posible porque había gente que venía a ver a papá. Eran socios de negocios y no tenían nada que ver con el abuso que él me infligía.

Si supieran que estaba encerrado en el armario, papá me golpearía hasta dejarme hecho polvo. Y luego me diría que me levantara en lugar de llevarme al hospital. Tenía que ser muy silencioso.

Pero lo escuché irse más tarde esa noche y tuve que quedarme en el armario. Sabía que podía volver en cualquier momento. Y si estaba fuera del armario, sabía que se volvería loco otra vez. Cerró la puerta con llave, así que solo podía salir cuando él me lo permitía.

Pero cuando estuve seguro de que era la mañana siguiente y papá no volvería a casa porque estaría en la oficina, agarré una llave de repuesto que había escondido en ese armario y me dejé salir.

Estaba exhausto y con dolor por estar de pie toda la noche. Pero eso no me quitó de la mente lo que tenía que hacer.

Empecé a buscar por la casa. Comencé con la habitación de papá y luego su oficina.

Abrí la puerta de su escritorio y allí encontré el estuche negro que estaba buscando.

Lo abrí y saqué la pistola de metal que estaba dentro.

La revisé para asegurarme de que estuviera cargada y lo estaba. Así que caminé hacia la otra habitación con ella.

Vi que la escuela había comenzado hace un par de horas y el director iba a llamar a papá cuando se diera cuenta de que no estaba allí. Tenía que darme prisa. Pero no fui lo suficientemente rápido.

Fui interrumpido por golpes rápidos en la puerta principal de la casa. Instantáneamente, pensé que era papá. Pensé que había vuelto temprano del trabajo.

Me sentí aliviado cuando vi que la puerta principal estaba cerrada con llave y agarré con fuerza el frío metal de la pistola en mi mano y coloqué mi dedo sobre el gatillo.

No importaba qué, ahora sabía que iba a morir. No importaba qué. Así que no tenía nada más que perder.

Empecé a agitar la pistola, esperando que papá abriera la puerta y tal vez, con una pistola en mi mano, se detendría en la entrada y no se acercaría más a mí.

—Aléjate de mí, papá. Tú y todos esos imbéciles a los que me vendiste, esos imbéciles en la escuela, los que nunca me dejan en paz. Los que realmente disfrutan acosándome y haciendo de mi vida un infierno, todos pueden irse al infierno —grité, todavía agitando la pistola—. Te odio, papá, y espero que te pudras en el infierno. Porque alguien como tú no merece nada menos —continué.

De repente, el sonido de un disparo resonó y caí al suelo, desvaneciéndome lentamente en la inconsciencia justo cuando vi la puerta abrirse de golpe y estas figuras aparecieron en una inundación de luces brillantes frente a mis ojos...

Previous ChapterNext Chapter