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Setenta y dos.

Cinco semanas después

—Vamos, Felix —llamó Colt desde la sala, tratando de que se moviera más rápido.

—Gatito, vamos ya —respondió él, asomando la cabeza desde el baño de su apartamento, con un guiño—. La perfección no se puede apresurar.

Colt se rió del nivel de confianza de su amigo. —Mira, G...