




9. Cade
Cade
HabÃan pasado dos dÃas desde que me despedà de mi compañera. Me estaba costando concentrarme en cualquier otra cosa. Extrañaba su sonrisa. Extrañaba su olor. No era usual separarse de tu compañera después del encuentro. Era antinatural. Algo que no estaba destinado para nuestra especie.
En circunstancias normales, ya habrÃamos sellado nuestro vÃnculo de compañeros. TenÃa que seguir diciéndome a mà mismo que estábamos casi allÃ. Pero no sabÃa cuánto más podrÃa mantener estos instintos bajo control y no salir corriendo de este avión. Me alegraba haber traÃdo a Mark y a su compañera Helen. Le pedà a Mark que viniera, y Helen insistió en acompañarnos. Su presencia era lo que me mantenÃa en control en ese momento.
El avión finalmente aterrizó. HabÃa una capa de nieve fresca en el suelo. Y la aeronave se balanceó un poco. Al salir del pequeño avión, observé el área. Estaba cubierta por un manto blanco. Se podÃan ver colinas en la distancia. Helen habló.
—¿Y ahora qué? Me estoy congelando el trasero.
Internamente me reà al pensar en un lobo teniendo frÃo. Pero incluso yo no podÃa negar que para octubre, estaba muy por debajo de cero, estaba seguro de que era normal para esta parte del mundo. Quill nos habÃa dado la latitud y longitud. Según el GPS, estaba a unas 7 millas al norte de aquÃ. TenÃamos un GPS de mano que Mark habÃa conseguido para nosotros antes de venir aquÃ.
Como no sabÃamos exactamente cuándo llegarÃamos, no planearon encontrarnos en la estación de investigación.
—Será mejor que nos pongamos en marcha.
No pasó mucho tiempo antes de que pudiera olerla. El olor se hacÃa más fuerte, y de repente, vi un pequeño lobo blanco. CorrÃa rápido con sus patas golpeando la nieve y dejando pequeñas huellas a su paso. Me derribó de espaldas.
El lobo blanco frotó su cabeza contra mi pecho. SabÃa quién era, era Kaya. Su pequeño lobo blanco se apartó de mà después de unos segundos. Aún apoyando su cuerpo en mÃ, mis manos recorrieron su suave pelaje. Su lobo gimió hacia mÃ, haciendo que mi deseo de transformarme y correr con ella fuera fuerte. Controlé a mi bestia interior cuando Kaya comenzó a caminar por el sendero como si quisiera guiarnos.
—Mark, Helen, vamos —dije siguiéndola.
Kaya nos llevó a un pueblo en la tundra. Era un pequeño asentamiento. Un montón de niños salieron corriendo de quién sabe dónde. ParecÃan divertidos con nosotros. El lobo corrió hacia adelante y entró en una de las estructuras tipo tienda. Mientras esperábamos a Kaya, vi una cara familiar acercándose a nosotros. Era Quill.
—Cade, Mark.
Ofreció su brazo, y lo tomé. Lo hice como habÃa visto, agarrando su antebrazo. Miró más allá de mà hacia Mark y Helen.
Mark dijo:
—Qué bueno verte de nuevo, Quill. Esta es mi compañera, Helen.
Quill asintió. Miré más allá de Quill, y allà estaba ella. Estaba parada a unos pocos pies detrás de su hermano. Pasé junto a él y fui hacia ella. Ella me miró. Incliné mi cabeza y besé sus suaves labios.
Extrañaba su boca; extrañaba su olor. Apenas la conocÃa. Pero la anhelaba y odiaba que tuviéramos que separarnos justo después de nuestro encuentro. Pero allà estaba ella, en esta tundra helada. Ella consumÃa mi mente. Sentà mis pantalones de invierno apretarse en mi entrepierna al estar cerca de ella de nuevo. No podÃa esperar hasta tenerla bajo mÃ. Su pequeño cuerpo se frotó contra mÃ. Creo que ella debÃa estar sintiendo las mismas feromonas que yo.
—Eh, hum.
Alguien estaba tratando de llamar nuestra atención. Me aparté para ver a una mujer mayor mirándome. TenÃa la cabeza llena de cabello plateado y varios tatuajes en su rostro.
—Debes ser Cade.
—SÃ.
—Soy Nieva.
—Encantado de conocerte.
La mujer mayor sonrió.
—Ven conmigo.
Kaya tomó mi mano, y seguimos a la mujer mayor. Una vez que llegamos a una tienda, se volvió hacia mÃ.
—Puedes dejar tus cosas aquà por ahora. No te quedarás en la tienda esta noche, pero tu Beta y su compañera sÃ.
¿Qué querÃa decir con no quedarme en la tienda? ¿Me quedarÃa con Kaya en la suya, o se referÃa a otra cosa? No tenÃa idea de las costumbres de esta gente.
—Si quieres cambiarte, hay ropa allà para ti y tu Beta. Conseguiremos ropa para Helen. No tienes que cambiarte. Aunque puede que quieras hacerlo. Depende de ti.
Se volvió y miró a Kaya. Debió haberle hablado mentalmente porque Kaya sonrió y se sonrojó un poco. Luego, la mujer se fue. Kaya pasó junto a mà y entró en la tienda. La seguÃ. Se agachó y recogió una pluma y un pergamino.
Dejé mi mochila y la observé mientras escribÃa.
—El sol se va a poner en unos 15 minutos. Mark y su compañera deberÃan acomodarse. Luego podemos ir a comer. Conocerás a todos, y nos iremos después de la cena si te parece bien.
Tomé la pluma de Kaya. La examiné. Nunca habÃa escrito con una pluma, pero la coloqué sobre el pergamino y comencé a escribir.
—¿A dónde vamos?
Kaya se sonrojó intensamente pero no escribió una respuesta. Volvió a mirar el pergamino y comenzó a escribir.
—DeberÃamos buscar a Mark y su compañera. ¿Cómo se llama, por cierto?
La miré.
—Helen. Se llama Helen.
Ella volvió a mirar hacia abajo y comenzó a escribir.
—Vamos a buscarlos.
Salimos de la tienda. Kaya se acercó a Helen casi corriendo y la abrazó. Le sonrió. Helen le devolvió la sonrisa. La seguimos de vuelta a nuestra tienda. Una vez dentro, Kaya escribió en el papel de nuevo. Esto serÃa mucho más fácil cuando pudiéramos comunicarnos mentalmente.
—Ven a buscarme una vez que todos estén acomodados.
Luego se inclinó y me dio un suave beso en la boca. Fue casto. No como cuando nos conocimos, eso fue pura pasión. Una vez fuera de la tienda, me volvà hacia Mark y Helen. Helen miró hacia abajo.
—Entonces, supongo que dormiremos en el suelo.
Vi mantas, pieles y algún tipo de acolchado en el suelo. Era lo suficientemente grande para que dos personas durmieran. No planeaban que yo me quedara en la tienda esta noche. Kaya habÃa dicho que no lo harÃamos, pero no sabÃa dónde tenÃa pensado que durmiera.
—Hay ropa para nosotros —dije—. Quieren que la usemos.
Helen preguntó:
—Creo que más bien quieren que estemos abrigados. Tengo la sensación de que hará frÃo esta noche.
—SÃ, bueno, me alegra que nos hayan dado ropa más abrigada. Yo, por mi parte, me estoy congelando —dijo Helen mientras dejaba su mochila y recogÃa la ropa del suelo.
—¿Puedes darte la vuelta, Cade? Voy a cambiarme.
—¿Qué tal si todos nos cambiamos?
Recogimos nuestra ropa, y me di la vuelta para darle a Helen algo de privacidad, al igual que ella. Todos nos cambiamos, y una vez terminado, Mark comenzó a hablar.
—Bueno, tengo que decir que esta ropa es comodÃsima. Además, me sorprende que nos quede bien, todos aquà son bastante bajos.
—SÃ, son cómodas, pero hombre, son cálidas.
El material estaba forrado con gamuza, lo que lo hacÃa suave. Cuando salimos de la tienda, el sol ya se habÃa puesto.
—Es temprano para que esté tan oscuro —comentó Mark—. Vamos a ver dónde está todo el mundo.
Seguà el olor de mi compañera. Llegamos a una hoguera rugiente. HabÃa mesas colocadas alrededor de donde estaban las llamas. Los tres caminamos hacia la mesa en la que estaban sentados Kaya y algunos otros. Algunas chicas comenzaron a reÃrse, y la cara de Kaya se puso roja. Entonces escuché a una mujer hablar. Me volvà para ver a la mujer de antes; su nombre era Nieva.
—Bienvenidos, invitados. Nos alegra tenerlos aquÃ. Antes de comer, agradezcamos a los dioses por la abundancia.
Todos inclinaron la cabeza. Kaya me dio un codazo en el brazo, y luego incliné la cabeza también. La mujer comenzó a hablar en una lengua extranjera. Luego, después de un momento o dos, todos se levantaron. Kaya me dio otro codazo, y los tres nos levantamos con todos los demás y fuimos a donde se servÃa la comida. Todos tomamos tazones y volvimos a la mesa.
—¿Qué es esto? —preguntó Mark a Quill.
—Oh, esto es sopa de caribú.
Tomé un bocado. SabÃa increÃble. Me sorprendió. Esperaba que fuera una sopa insÃpida.
—¿Qué lleva esta sopa, Quill? Está deliciosa.
—Oh, um, cebolla silvestre, papas, champiñones y un poco de sal. Crecen aquà en verano. Probablemente los veamos por dos semanas más, luego desaparecerán hasta la próxima temporada.
Terminamos de comer. Miré a Kaya, y ella tomó mi mano y sonrió. Se levantó y comenzó a llevarme a una tienda. Escuché a los jóvenes reÃrse mientras nos Ãbamos. La seguà adentro; el lugar estaba mayormente vacÃo con solo dos mochilas en el suelo. Kaya agarró la primera, pero se la quité cuando fue a agarrar la segunda. Tomé esa también, pero en lugar de llevarla en mi espalda como la otra, la puse en mi pecho. No querÃa que ella llevara ninguna. Kaya se sonrojó y me llevó fuera del pequeño campamento.
Kaya tomó mi mano y comenzó a guiarnos hacia lo profundo de los árboles circundantes. Debimos haber caminado unas tres millas cuando finalmente se detuvo. HabÃa un claro y más allá nada más que oscuridad. El bosque circundante habÃa desaparecido y ahora solo era una llanura helada. El suelo congelado reflejaba la luna llena. Estábamos completamente solos. Kaya se quedó allà mirándome. Su pecho comenzó a subir y bajar. Solté ambas mochilas. SabÃa lo que querÃa hacer ahora que estábamos solo los dos.