




9-2. Kaya
Kaya
Mientras caminábamos hacia el lugar donde acamparÃamos por la noche, comencé a sentirme un poco nerviosa. Sentà mis palmas sudorosas. Traté de relajarme. Una vez que llegamos al borde del bosque, dejé de caminar y me giré hacia Cade. Estaba nerviosa, pero también sabÃa que necesitábamos una fogata. Esperaba que hacer algo pudiera calmar mis nervios, asà que, antes de que Cade hiciera el primer movimiento, me agaché y saqué el hacha que habÃa atado a un lado de una de las mochilas. Corrà de vuelta a la lÃnea de árboles para cortar algo y asà tener fuego.
Cuando regresé, Cade ya habÃa hecho algunos movimientos y habÃa sacado algunos de los suministros. Movà algunas cosas para que tuviéramos algún tipo de cama junto al lugar donde construirÃa nuestra fogata. Cade habÃa tomado el hacha y habÃa comenzado a cortar algunos de los grandes trozos de madera que habÃa traÃdo para encender el fuego. Una vez que tuvimos calor, no habÃa mucho más que hacer para preparar el lugar.
Sentà mi rostro calentarse. ¿Por qué estaba tan avergonzada? Cade se acercó, cerrando la distancia entre nosotros. Su mirada se encontró con la mÃa. Debió de notar que estaba nerviosa porque su boca se movió.
—Solo respira hondo. Solo estamos nosotros aquÃ.
Hice lo que dijo, mi cuerpo temblando ligeramente. Luego, lentamente, me besó. Abrió su boca y yo imité la acción. En el segundo en que nuestras bocas se tocaron, mi aprensión desapareció y un impulso primitivo recorrió todo mi cuerpo. Sus grandes manos se movieron sobre mi cuerpo, tirando de mi ropa. Me aparté de él. QuerÃa que me viera, toda yo. Era emocionante saber que me verÃa por completo. Me paré frente al fuego y me quité la ropa para estar desnuda ante él. Su rostro se iluminó.
Se acercó y comenzó a pasar sus manos por mi abdomen, recorriendo mi piel. Se tomó su tiempo explorando mi carne. Traté de hacerle señas para que se quitara la ropa. QuerÃa verlo también. QuerÃa estar desnuda con él.
Debió de entender el mensaje, ya que comenzó a quitarse las prendas. Lo miré y examiné los contornos de sus músculos. QuerÃa sentirlos bajo mis dedos. Sus músculos se marcaban y cubrÃan todo su cuerpo. TenÃa un poco de vello en el pecho. Coloqué mi mano sobre él y la movà hacia abajo para sentir sus abdominales. Miré hacia abajo a su hombrÃa. Era grande, roja y tan rÃgida como cualquier roca, y me pregunté cómo algo asà podrÃa caber dentro de mÃ.
Se acercó más y comenzó a pasar sus manos por mi piel bronceada. Cuando rozó mi pezón, me recorrió un escalofrÃo. Nos movió hacia las pieles, de modo que ahora estaba extendido sobre mÃ. Comenzó a usar su boca para explorar mi cuerpo.
Empezó por mis labios, hundiendo su lengua en mi boca. Sentir su cuerpo desnudo sobre el mÃo avivó la necesidad que habÃa sentido recorriéndome. Movió su boca por mi garganta hasta llegar a mis pezones. Se tomó su tiempo jugando con ellos en su boca.
Chupándolos ligeramente y mordisqueándolos. Cade descendió más abajo hasta mi abdomen y luego hasta mis caderas. Mordió ligeramente mi cadera, rompiendo la piel. Hizo que mis dedos de los pies se encogieran. Lamiendo la sangre de mÃ, luego bajó más hasta mis muslos, mordiendo de nuevo mi carne tierna.
Estaba temblando por el contacto. SabÃa que esto no era una marca, ya que no habÃa mordido lo suficientemente profundo como para marcarme, pero era satisfactorio. Movió su rostro más arriba, de modo que estaba posicionado entre mis piernas. Comenzó a lamer mi región sensible. Mi ápice comenzó a ponerse resbaladizo. Mi cuerpo se contorsionaba mientras su lengua hacÃa una extraña magia sobre mÃ.
Empujó un dedo dentro de mÃ. Sentà que comenzaba a apretarme alrededor de la intrusión. Sentà la vibración en mi garganta, sabiendo que era yo gimiendo por él. Mientras empujaba más dentro de mÃ, se detuvo por un segundo, mirándome para que pudiera leer sus labios.
—¿Eres virgen?