




1. Kaya
Kaya
Estoy caminando sobre el hielo. Mi madre está gritando, diciéndome que no me adentre demasiado en la ensenada. Solo querÃa explorar. QuerÃa ver las ballenas que a veces entran en la bahÃa. Escucho el crujido del hielo bajo mis botas de lana.
Después de unos minutos, finalmente veo las ballenas en la bahÃa. Me acerco más. Me encanta verlas cazar. Escucho a mi madre llamándome de nuevo. Me giro para mirarla y le digo que solo unos minutos más. Pero al girarme, escucho que el hielo empieza a chirriar.
De repente, siento que el agua me traga. Mi cuerpo es apuñalado por miles de agujas. Y me retuerzo y contorsiono bajo el hielo. La adrenalina corre por mi pequeño cuerpo. Necesito salir de debajo del hielo.
Dejo de resistirme. «Por favor, que esto funcione», pienso para mà misma. Dejo que la corriente me lleve más lejos. Miro hacia arriba y veo que está funcionando; estoy fuera de la plataforma de hielo después de unos momentos. Intento prepararme. Sé que es mejor no luchar contra la corriente. Pero si no salgo a la superficie pronto, me ahogaré.
Pateo tan fuerte como mis pequeñas piernas me lo permiten. Siento que mi ropa es pesada y me arrastra hacia abajo. No tengo tiempo para desnudarme. He estado bajo el agua demasiado tiempo. Pateo más fuerte, y luego rompo la superficie.
Finalmente, puedo respirar. He salido de la corriente. Miro a mi alrededor. ¿Qué puedo agarrar? Necesito salir del agua; mi próximo desafÃo es no morir de frÃo. Veo la plataforma de hielo. No está muy lejos, pienso. Puedo lograrlo. ¿Pero me sostendrá? ¿Volveré a caer?
No podÃa pensar asÃ. Era mi mejor opción; después de todo, era eso o morir en el agua. Comencé a nadar hacia la plataforma. A pesar de moverme lentamente y estar cargada, lo logré. Levanté mi cuerpo empapado, resbalando unas cuantas veces.
Una vez en la cima del hielo, me recosté y tomé una profunda respiración, llenando mis pulmones con el aire tan necesario. ¿Cómo habÃa hecho eso? No tenÃa tiempo para reflexionar. Necesitaba seguir moviéndome; necesitaba calentarme. TodavÃa estaba en riesgo de morir. Me arrastré lo más rápido que pude a través del hielo. Escuché que el hielo comenzaba a crujir de nuevo.
No, no dejarÃa que el mar me tragara de nuevo. Me detuve y dejé que el hielo se calmara. Luego, comencé a avanzar lentamente. Aullaba; iba a ceder de nuevo. Me levanté y corrÃ. El hielo comenzó a romperse detrás de mÃ, pero seguà corriendo. Corrà tan rápido como mi cuerpo empapado me lo permitÃa.
Finalmente, llegué a mi madre, que ahora estaba arrodillada, llorando. Ella levantó la vista y abrió los brazos. Me desplomé mientras la abrazaba. Lo siguiente que sé es que me están sacudiendo. Cierro los ojos y los abro, y estoy en una habitación extraña.
—Kaya, es hora de levantarse. Tenemos cosas que hacer —mi hermano se comunica conmigo telepáticamente. Estaba teniendo el sueño de nuevo. El sueño del dÃa en que mi vida cambió para siempre. De nuevo, mi hermano se comunica conmigo telepáticamente—. Kaya, vamos, levántate. Tú eras la que querÃa venir al sur conmigo, asà que levántate.
Era cierto, habÃa querido venir al sur con él. La mayorÃa de la gente no llamarÃa a este lugar el sur, pero para nosotros lo era. Aquà los dÃas tenÃan tanto noche como dÃa durante todo el año, lo cual era el sur para mÃ. Era cierto; querÃa ver qué habÃa más allá de nuestro hogar.
Nunca habÃa estado, a diferencia de mi hermano. Él habÃa acompañado a mi padre cuando hacÃa los viajes, pero ahora, los hacÃa solo cada año. Este año habÃa querido acompañarlo, y convencà a mi hermano para que me dejara ir.
Era raro que las mujeres dejaran la manada. Incluso para encontrar a sus compañeros, las mujeres se quedaban quietas. La costumbre entre las manadas del norte era que los jóvenes salieran a buscar a sus compañeras. Las mujeres se quedaban y esperaban. Sin embargo, yo no querÃa quedarme quieta. QuerÃa ver el mundo exterior al menos una vez. Le habÃa dicho a mi hermano que me dejara ir. Al principio, él estaba dudoso, pero nunca podÃa decirme que no. Asà que, como ladrones en la noche, nos fuimos. Cuando nuestros padres se dieron cuenta de que nos habÃamos ido, ya era demasiado tarde para hacernos regresar.
Al subir al coche, mi hermano me miró. Se comunicó telepáticamente conmigo. —Tenemos un dÃa completo de viaje. Pararemos antes de llegar, nos vestiremos para la noche y luego nos dirigiremos a la manada Nightshade. —Solo asentÃ. Condujimos la mayor parte del dÃa, deteniéndonos solo para comer y para ir al baño. Finalmente llegamos a un hotel. Después de registrarnos, nos dirigimos a la habitación. Mi hermano me dejó usar la ducha primero. Era extraño tener agua caliente disponible tan fácilmente.
Estaba acostumbrada a hervir el agua, dejarla enfriar y luego limpiarme. Seguido de un buen vapor en la sauna casera que estaba al borde de nuestro pequeño campamento. Me bañé rápidamente usando el jabón que me proporcionaron en el hotel. OlÃa fuerte, y en verdad, lo odiaba. Intenté quitarme el olor, pero aún persistÃa. Salà del baño, permitiendo que mi hermano tuviera la oportunidad de prepararse.
Me tomé mi tiempo para ponerme el vestido. Era el mejor que tenÃa. Usábamos vestidos como este para ceremonias, y lo habÃa hecho con mi madre. Me miré en el espejo. Me encantaba cómo mi tatuaje se situaba alto en mi frente. Era una lÃnea que bajaba hasta un punto y luego se curvaba hacia arriba. HabÃa pequeñas rayas debajo de la lÃnea. En verdad, parecÃa como si llevara una corona.
Mi vestido de piel de venado tenÃa algo de bordado. HabÃa tomado mucho tiempo coser los patrones en el vestido. Me puse los pantalones que iban debajo del vestido. Me veÃa bonita, pensé. Me senté en una de las camas y esperé a que Quill terminara. Traté de imaginar cómo serÃa la noche. SabÃa que las manadas del sur eran muy diferentes a nosotros los del norte, pero me preguntaba cuán diferentes serÃan.
No pasó mucho tiempo y Quill estaba listo para ir. Bajamos y recibimos algunas miradas al salir del vestÃbulo. SabÃa que estaban mirando la forma en que nos vestÃamos. No era común que la gente viera atuendos como los nuestros.
Condujimos durante unos 45 minutos. Luego Quill se desvió del camino principal hacia uno de tierra. Apenas podÃa soportarlo. Quill se detuvo y estacionó el coche. Me comuniqué telepáticamente con él. —¿Dónde está la fiesta? —Está justo al final del camino.
Prácticamente arranqué la puerta del camión. Mi hermano me guió por el sendero y nos acercamos a una casa enorme. Estaba hecha de piedra y era masiva. Vi a gente entrando. Llevaban vestidos y trajes hermosos. La tela se veÃa tan diferente a la nuestra.
Las mujeres tenÃan sus cabellos peinados de diferentes estilos. Sus rostros estaban todos maquillados. Algunas llevaban la ropa más reveladora que jamás habÃa visto. PodÃa ver toda la espalda de una chica. ¿Cómo se movÃa? Me preguntaba cómo no se le caÃa.
Nos acercamos a la puerta y nos recibieron dos rostros sonrientes. —Hola, Quill, qué bueno que vinieras. ¿Quién es ella? ¿Es tu compañera? —Sonreà ante el comentario. Miré a Quill. Sé que está explicando que soy su hermana y diciéndoles que soy sorda.