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¡No te creo!

Me siguió hasta la cocina y no pude evitar querer tocarlo. Me contuve y él se quedó a unos pasos de distancia. Cuando entramos, señalé un taburete en la isla.

—Siéntate.

Se movió hacia él, dudando a su lado. Puse mis manos en la isla, agarrando el borde con fuerza.

—¡SIÉNTATE! —grité.

Se sentó r...