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46. Vagina poderosa

Emara Stone

Mi piel hormiguea como si cientos de hormigas estuvieran subiendo por mis extremidades, haciéndome cosquillas. Me doy una palmada en el muslo y pateo la sábana.

—¡Mierda!

De repente, la sábana ladra.

¿Eh?

Vuelvo a patear en el mismo lugar, pero esta vez la sábana gruñe groseram...