Read with BonusRead with Bonus

CAPÍTULO SETENTA Y OCHO

Dom estaba a mi lado, sus ojos carmesíes ardiendo de furia mientras desataba una andanada contra los secuaces de la Reina. Juntos, luchábamos con una ferocidad primitiva, nuestros movimientos sincronizados y nuestros ataques implacables. Pero a pesar de nuestros mejores esfuerzos, el poder de la Rei...