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Me incliné hacia él, miré hacia abajo y por primera vez noté la enorme tienda en sus pantalones. Me sentí tan disgustada y humillada.

No... No podía hacer esto... No lo haré.

Él notó mi vacilación y gritó:

—¡Ahora! ¡O juro que haré de tu vida un infierno!

Lentamente llevé mis dedos a tocarlo y s...