




Capítulo 6: Revelaciones y tentaciones
Sebastián suspiró profundamente, sintiendo el peso de su decisión posarse sobre él como un manto pesado. Sabía que aceptar el papel de Alfa significaba sacrificar sus propios deseos y ambiciones. Simplemente no podía quedarse de brazos cruzados viendo a la manada sufrir bajo un liderazgo incompetente, por más renuente que estuviera.
Al girarse para salir del estudio, la voz de Seth lo detuvo en seco. —Sebastián, hay algo que necesitas saber —dijo Seth, con voz grave.
Sebastián se volvió para enfrentar a su abuelo, y una sensación de aprensión le carcomía las entrañas. —¿Qué pasa, abuelo?
Seth vaciló un momento antes de hablar. —Tu Beta, Adam... ha estado desafiando mi autoridad, cuestionando siempre mis decisiones. Es un problema, si me preguntas.
Los ojos de Sebastián se estrecharon incrédulos. —¿Adam? ¿Pero por qué? Siempre ha sido leal contigo.
Seth negó con la cabeza, con expresión dolorida. —No lo sé, Sebastián. Pero sea cual sea la razón, se ha convertido en una amenaza para la estabilidad de la manada. Necesito que estés preparado para lo que pueda venir.
Con un último asentimiento, Sebastián salió del estudio de su abuelo, mientras su mente se agitaba con emociones encontradas. Quería adentrarse en este nuevo entorno sin prejuicios, porque también sabía que su abuelo seguiría intentando influir en él a pesar de retirarse. Sebastián odiaba ser manipulado como un peón.
Al día siguiente, Sebastián salió a caminar por la manada y a encontrarse con su Beta, Adam, y el actual Gamma, Clovis. Quería conocerlos y escucharlos directamente en lugar de verse influenciado por el juicio de su abuelo. Sus pasos resonaban en el territorio de la manada mientras se dirigía hacia el corazón de la comunidad.
Mientras caminaba, Sebastián no pudo evitar notar los cambios sutiles que habían tenido lugar en la manada desde que se fue tantos años atrás. La comunidad, que solía estar llena de vida, ahora parecía apagada, el aire cargado de tensión e incertidumbre. Estaba claro que el liderazgo de Seth había dejado una huella duradera en la manada, y Sebastián sabía que tenía mucho trabajo por delante si esperaba restaurar la estabilidad y la unidad.
Finalmente, Sebastián llegó a la plaza central de la manada. Varios miembros de la manada estaban allí reunidos, con expresiones cautelosas mientras observaban a Sebastián acercarse. Entre ellos estaban Adam y Clovis.
La expresión de Adam era impenetrable cuando Sebastián se acercaba, su mirada fría y distante. Clovis le ofreció un pequeño gesto de reconocimiento con la cabeza, pero su mirada estaba vigilante. Ninguno parecía emocionado por conocerlo.
Sebastián se acercó y se dirigió directamente a Adam y Clovis. —Adam, Clovis —dijo, con un tono firme pero respetuoso—. Quería reunirme con ustedes hoy para discutir los desafíos que enfrenta nuestra manada y escuchar sus opiniones sobre cómo podemos avanzar juntos.
La mandíbula de Adam se tensó, su mirada destellando con un atisbo de desafío. —¿Y qué esperas que digamos, Sebastián? —respondió, con voz cargada de amargura—. ¿Después de todo lo que ha pasado, ¿realmente crees que vamos a seguirte ciegamente?
Sebastián sintió una punzada de frustración ante la hostilidad de Adam, pero se obligó a mantener la calma. —Entiendo que puede haber resentimiento hacia mi familia y hacia mí —dijo con calma—. Pero ahora no es momento para la división.
—¡Vete al diablo! ¡No puedes estar ausente durante años y luego decirme qué hacer! —escupió Adam a Sebastián, y se marchó hacia su oficina. Sebastián miró a Clovis, quien simplemente encogió los hombros.
—De todos modos, me retiro. Lucas asumirá el papel de Gamma —dijo Clovis, y se alejó también, dejando a Sebastián solo.
Después del almuerzo, Sebastián tragó su orgullo y fue a la oficina de Adam. Sin llamar ni pedir permiso, entró. Adam se sobresaltó, pero sabía que no tenía oportunidad de escapar de Sebastián.
Sebastián se sentó en una silla frente a Adam, se acomodó y formuló la primera pregunta. —Entonces, ¿por qué me odias tanto?
La expresión de Adam se suavizó ligeramente ante la inesperada pregunta de Sebastián, sus rasgos se contorsionaron con una mezcla de sorpresa y frustración. Se movió incómodo en su asiento, su mirada titubeante con incertidumbre mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas.
—No te odio, Sebastián —respondió Adam después de un momento, con un dejo de resignación—. Pero no puedo negar que he albergado algo de resentimiento hacia ti y tu familia.
Sebastián levantó una ceja, su curiosidad picada. Se fue de la manada años atrás, no podía haber hecho nada para merecer tal respuesta.
—¿Y por qué es eso? —preguntó.
Adam soltó un suspiro pesado, sus hombros cayendo con resignación. —Porque representas todo lo que está mal en nuestra manada —dijo amargamente—. Tú y tu abuelo, siempre poniendo sus propios intereses por encima de las necesidades de la manada. Es por ustedes que estamos en este lío en primer lugar.
Sebastián sintió un pellizco de culpa ante las palabras de Adam, sabiendo que en ellas había verdad. Había pasado tantos años distanciándose de la manada y sus problemas, eligiendo perseguir sus propios sueños y ambiciones en su lugar.
—Quiero que trabajemos juntos, Adam —dijo Sebastián, sintiendo ese tirón en su corazón del vínculo de pareja. Sebastián se puso de pie para intentar sentirse más cómodo.
—Sí, eso es lo que también dijo tu abuelo. ¡El viejo sigue viviendo en el pasado! ¿Sabes que ha prohibido el uso de teléfonos móviles? ¿O el uso de internet? Estoy tratando de explicar esto a los miembros de la manada que lo necesitan para la escuela o el trabajo —se quejó Adam. Sebastián se sorprendió por su confesión.
—Espera, ¿qué? —preguntó Sebastián para asegurarse de haber escuchado correctamente a Adam. Adam se levantó de su silla frustrado. Su frustración era palpable mientras deambulaba de un lado a otro en su oficina, su agitación evidente en cada movimiento. Sebastián lo observaba atentamente, frunciendo el ceño mientras trataba de dar sentido a las palabras de Adam.
—Me escuchaste, Sebastián —respondió Adam, su voz cargada de irritación—. El pensamiento retrógrado de tu abuelo nos está frenando. Está atrapado en el pasado, negándose a abrazar los cambios que podrían beneficiar a nuestra manada. ¡Y no es solo la tecnología, es todo! Su negativa a adaptarse está creando una brecha entre nosotros y las otras manadas, dificultando nuestra defensa contra posibles amenazas.
La mente de Sebastián corría mientras procesaba las palabras de Adam. Siempre había sabido que su abuelo era tradicional, pero nunca se había dado cuenta de la magnitud del daño que su negativa a adaptarse estaba causando. Estaba claro que si querían avanzar como manada, tendrían que abordar estos problemas de frente.
—No tenía ni idea —admitió Sebastián, su voz cargada de arrepentimiento. Adam miró a Sebastián, dándose cuenta de que ahora tenía su atención.
—Seth es el Alfa de Alfas ahora, pero muchos otros Alfas están listos para desafiarlo por ese título. Lo único que lo mantiene en ese puesto es el apoyo de los humanos. Con sus reglas, los hombres lobo no son una amenaza para los humanos —Adam le reveló la verdad a Sebastián, sin importar cuánto pudiera doler. Adam dejó de pasear y se apoyó en el borde de su escritorio.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Sebastián, completamente confundido por las palabras de Adam.
—Cuando desafió a Eloy Ahearn por el título de Alfa de Alfas, sabes, para ser el líder de todos los Alfas del continente, necesitaba apoyo para ganar el desafío. El único apoyo que pudo obtener para su causa fue con los humanos. Especialmente, el grupo de humanos que despreciaba a los hombres lobo. Tu abuelo estaba cegado por su sed de poder y dinero, y aceptó todas las demandas que hicieron. No sé qué había en las armas que usaron, pero nos hicieron mucho daño —Adam compartió un pedazo de historia con Sebastián que apenas había escuchado vagamente.
—¿Alguna vez te preguntaste a dónde fue tu lobo? —le preguntó Adam con curiosidad. Sebastián lo miró.
—No, simplemente pensé que estaba inactivo porque viví como humano durante tanto tiempo —Sebastián se sintió estúpido por no saber más sobre todo este asunto.
—No, los humanos se deshicieron de ellos por nosotros. Ninguno de la manada tiene un lobo. Nadie ha podido transformarse desde que la guerra terminó. ¡Han pasado casi 25 años, Sebastián! Los vínculos de pareja se han visto afectados durante tanto tiempo. La mayoría de las parejas de apareamiento son del mismo género hoy en día, por lo que casi no nacen cachorros. Eso es si eres uno de los pocos afortunados que pueden sentir el vínculo de pareja sin tu lobo. ¡Los humanos nos están dejando autodestruirnos! —Adam casi gritaba en este punto.
La mente de Sebastián daba vueltas mientras procesaba el peso de las revelaciones de Adam. Las implicaciones de las acciones de Seth y las consecuencias para su manada eran abrumadoras, y Sebastián no podía sacudirse la sensación de enojo y traición que bullía en su interior. Pero en medio del caos de sus pensamientos, una cosa seguía clara: su atracción innegable hacia Adam, el Beta que estaba frente a él con la frustración grabada en cada línea de su rostro. Apenas unos días atrás, Sebastián había estado convencido de que no necesitaba una pareja, pero eso parecía haber quedado atrás.
Los labios de Adam eran suaves pero urgentes contra los de Sebastián, y por un momento, Sebastián se perdió en el calor del beso. El vínculo de pareja cobró vida entre ellos, una conexión primal que latía con deseo puro.
Pero tan rápido como había comenzado el beso, la realidad volvió a caer sobre ellos. Sebastián se apartó; su respiración entrecortada mientras trataba de reunir sus pensamientos. Miró a los ojos de Adam, viendo el mismo torbellino reflejado en él.
—Lo siento —susurró Sebastián, su voz apenas por encima de un susurro. Se dio la vuelta y salió corriendo de la oficina tan rápido como pudo. ¿Qué demonios fue eso? ¿Por qué no pudo resistir este maldito vínculo de pareja, como pudo en esa fiesta?